A medida que aprendemos a
convivir con el nuevo escenario mundial que ha sido desatado por la expansión
del coronavirus COVID19, nos vamos dando cuenta del complejo entretejido que es
necesario para seguir adelante con nuestras vidas a pesar de la pandemia.
Y es que, aunque la orden del día
en todas las latitudes es permanecer en casa, paralelamente muchos deben salir
a cumplir con sus funciones, justamente para asegurar el bienestar de la mayor
cantidad posible de gente, en el marco de estos días tan complicados.
Los héroes de primera línea son
sin duda médicos y enfermeras, todos los trabajadores de la salud, quienes
están exponiendo sus vidas al tener contacto directo con los afectados por este
mal.
Estos profesionales se enfrentan
a una amenaza desconocida y siguen adelante, arriesgándose a posibles contagios
y, por lo tanto, jugándose la vida. Al momento de escribir estas líneas ya nos
acercábamos al millón de casos y a las cincuenta mil muertes en todo el
planeta.
Las redes sociales nos han
permitido dar un vistazo a conmovedores momentos de su vida personal, como el
de un enfermero que tuvo que rechazar el abrazo de su hijo, por temor a la
posibilidad de contagiarlo. Tras incontables horas de ese duro trabajo que pone
en riesgo su vida, no le quedó sino echarse a llorar frente al pequeño.
En numerosas ciudades se ha
tomado la iniciativa de dedicarles un aplauso desde las ventanas y balcones de
los hogares, usualmente a tempranas horas de la noche. Una propuesta en la cual
participan masivamente y con entusiasmo las personas agradecidas por este
sacrificio.
También es impresionante ver cómo
quedan los rostros del personal de los hospitales del mundo, luego de las
jornadas interminables con los ya omnipresentes tapabocas, que al final dejan
surcos y hematomas cruzándolos.
Tapabocas que, por cierto,
escasean en todo el orbe, por más esfuerzos que se estén haciendo en los centros
de producción para satisfacer la demanda, tan gigantesca como inesperada. Sí,
esta crisis nos tomó desprevenidos y por mayor que sea el esfuerzo que se hace
para contenerla, pareciera que no es suficiente.
Tras el personal de salud, en
encuentra el de limpieza en los centros asistenciales. Son otros trabajadores
que se exponen a la primera línea de esta pandemia, ya que les toca el aseo y
desinfección incansables de los lugares donde son atendidos los afectados.
A los responsables de esta tarea
tan importante les toca tomar las medidas más extremas que estén en sus manos,
ya que de ellos depende disminuir en cuanto sea posible la cifra de contagios
en estos sitios altamente expuestos.
Otros profesionales que salen a
la calle a correr riesgos y que han resultado altamente afectados, son los
policías. Por poner un ejemplo, solamente en Nueva York hay mil cuatrocientos
agentes contagiados con el virus.
Y es que, aunque las calles estén
solas, estos trabajadores deben seguir saliendo a resguardar la seguridad
ciudadana. Más aún, tienen que enfrentar a las personas que no cumplen con las
normativas dictadas por los diversos gobiernos nacionales, regionales y locales
del mundo, exponiéndose muchas veces por ello incluso a agresiones por parte de
ciudadanos inconscientes, que juegan con sus propias vidas.
Tampoco puede detenerse la
maquinaria que surte de alimentos a la gente. Desde las fábricas hasta los
supermercados, pasando por el transporte, estamos hablando de otras personas a
quienes les ha tocado salir a la calle para correr riesgos con este terrible
virus.
También merece un reconocimiento
esa empresa privada que ha cesado la producción de los bienes de sus
respectivos ramos para fabricar, por ejemplo, ventiladores que asistan a los
enfermos más graves en sus funciones respiratorias. Estamos hablando de
aparatos que salvan vidas en esta lucha contra un enemigo invisible. Hay
destilerías de bebidas alcohólicas que están produciendo en este momento gel antibacterial.
Si alguna lección nos debería
dejar esta experiencia una vez que cese, es la de mirar con una lupa más
potente al tejido de nuestra sociedad, para apreciar cuán efectivos y valiosos
somos si nos movemos como un todo, si somos diversos, si cada quien ocupa su
espacio, cultiva su don y cuenta con las condiciones para aportar.
El conocimiento, la ciencia, el
trabajo, el capital humano, tienen que salir mucho más valorados cuando
finalicen estos tiempos inciertos. Una terrible prueba que nos ha demostrado
que muchos de los patrones humanos incorrectamente sobrevalorados, se desinflan
cuando aparece una tragedia que nos devuelve finalmente al sentido de la vida.
Y entonces salen a flote los verdaderos valores y agradecemos que exista lo más
valioso de la condición humana.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui