Se continúan sumando los días de
convivencia entre la humanidad y el coronavirus COVID 19, las semanas se
convierten ya en meses. Se sabe más sobre él, pero a la vez vuelven a reflotar
dudas que ya se creían superadas.
Los científicos libran una carrera
contra reloj, no solamente para una vacuna –debemos aceptar que tomará tiempo–,
sino también para atajar la cifra de decesos hasta que se pueda encontrar el
tratamiento preventivo.
Por ahora, los protocolos para
disminuir el impacto en las sociedades, parecen relativamente estandarizados:
lavado de manos, extremar la higiene, las mascarillas, el distanciamiento
social. Y a todo ello agreguemos la cuarentena, o el ya famoso lema de “Quédate
en casa”.
Esta última ha sido una
herramienta efectiva y útil, ya que ha prevenido que las cosas empeoren y hasta
ha logrado estabilizar –no disminuir, hasta el momento– el aumento de contagios
en ciudades tan castigadas como Nueva York. Y esperemos que, más temprano que
tarde, se pueda hablar de que se están revirtiendo las cifras, como se reporta
que ya sucede en China.
¿Por qué es esta la fórmula que
parece más acertada ante la incertidumbre? Pues porque es la manera de “aplanar
el pico”, como hemos leído y escuchado en los medios de comunicación.
Se trata de postergar lo más
posible el punto más alto en la cantidad de infectados, y que cuando se llegue
a ese momento, la imagen se asemeje más bien a una meseta, menos aguda y más
prolongada. ¿Por qué? Pues para dar a los centros de salud la oportunidad de
prepararse, para que se produzcan los medicamentos que traigan alivio, para
evitar al máximo el colapso del recurso humano de los hospitales y en pocas
palabras, para estar preparados de la mejor manera posible. Y por supuesto,
para dar a la ciencia el mayor lapso posible en su carrera por encontrar
recursos de alivio y prevención.
Sin embargo, con el tiempo
corriendo y sin suficientes certezas en la mano, se abren incógnitas e
interrogantes a las cuales hay que poner atención.
Quizá la más importante sea: ¿se
puede mantener indefinidamente una cuarentena ante las incertidumbres que
rodean a la pandemia?
Este es el dilema de muchos
líderes y gobernantes en este momento. Cuando el aislamiento en los hogares va
sumando semanas y las actividades económicas están a media máquina, comienzan a
preocupar las víctimas colaterales de esta crisis.
Y es que lo que muy probablemente
sea una posible recesión en puertas, también puede traer en su rebote la
pérdida de vidas, incluso por hambre, ante el disparo del desempleo.
Por otro lado, no a todos les
está permitido, por su condición económica, quedarse indefinidamente en casa
sin trabajar. Tampoco es privilegio de mayorías el poder seguir trabajando
desde el hogar.
Quienes son partidarios del
aislamiento total y prolongado, defienden su punto de vista asegurando que
están enfocados en salvar vidas y consideran egoísta el poner la economía en la
mesa de discusión.
Ciertamente, la prioridad debe
ser salvar vidas. El aislamiento ha demostrado su efectividad. Pero el paso de
los días implica la revisión y el reajuste de las estrategias.
Una de las alternativas es
mantener estricto distanciamiento social, apuntalado por el uso de mascarillas,
los guantes y el lavado de manos. Tomar cuidado de grupos vulnerables, como los
adultos mayores y los enfermos crónicos. Y estudiar entonces cuáles actividades
pueden ser retomadas paulatinamente.
Porque, en el otro extremo,
debemos tener en cuenta que la seguridad de quienes caigan afectados por el
COVID19, depende del buen funcionamiento de hospitales y de otros servicios
conexos. Y estos a su vez, de trabajadores que salgan a prestar sus servicios.
Tampoco podemos olvidar a los
afectados por otros cuadros de salud; así como a los grupos vulnerables de la
sociedad. Y ellos serían las primeras víctimas de un cuadro económico adverso.
Eso también costaría vidas.
Incluso en la ciudad de Nueva
York se ha permitido a los residentes salir a hacer ejercicio al aire libre. La
actividad física y la exposición al sol pueden ser potentes recursos, no
solamente frente al coronavirus, sino también ante afecciones colaterales como
la no menos letal depresión o el sedentarismo que puede agravar dolencias
preexistentes, como la diabetes o la hipertensión.
Opinamos que debemos extremar los
cuidados; pero también apuntalar la realización de actividades imprescindibles
e ir ampliando la reactivación de otros ramos de la cotidianidad, dejando para
las etapas finales aquellos que requieran realizarse en grupos en espacios
reducidos.
En pocas palabras: información,
sensatez y prudencia. Una mezcla que permita que seguir adelante sin dejar de
cuidarnos.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui