sábado, 28 de marzo de 2020

“Un enemigo sin rostro”

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Tras varias semanas de enfrentar el coronavirus COVID19, la vida de la humanidad ha sido modificada drásticamente.

Por una parte, China informa que aparentemente el evento comienza a ser dominado en su territorio, aunque los estrictos cercos de sus autoridades con el flujo informativo, no dejan de generar desconfianza.

Por otro lado, recibimos noticias estremecedoras de naciones como Italia, donde se han llegado a reportar hasta 700 fallecidos en un día; un estricto toque de queda en España o la progresión geométrica en Estados Unidos, afectando ciudades como Nueva York. La llamada capital del mundo está en jaque por la pandemia y, descarnadamente, se prepara para lo peor.

Al momento de escribir esta nota, se contabilizan más de cuatrocientos mil casos en unos 175 países, según el portal noticioso Infobae. Sin embargo, este mismo portal acota que estas cifras solamente reflejan una parte de los contagios, ya que hay disparidad en la metodología que siguen las diversas naciones para monitorear el fenómeno. Es de esperarse que esto sea un subregistro.

También a manera referencial, la universidad estadounidense Johns Hopkins, que elabora un mapa de seguimiento global de casos, informa sobre 18.614 fallecidos y 107.823 recuperados. En menos de un mes, Italia –una de las naciones más golpeadas– se acerca a los 7 mil fallecidos.

Estados Unidos se enfrenta a una encrucijada: ¿reduce su poderosa maquinaria productiva al mínimo para resguardar a sus ciudadanos, con el riesgo de profundizar una ya inevitable recesión? ¿O se mantiene en movimiento en la medida de lo posible, para garantizar bienes y servicios, a riesgo de exponer a trabajadores ante un virus del cual aún sabemos muy poco?

¿Qué hemos aprendido en estas pocas semanas sobre el enemigo invisible que enfrentamos? Primeramente, que no solo se trata de “una gripe más”. Es mucho más potente, más cruel en sus síntomas y definitivamente más letal. Esta fue una conseja que llevó a subestimarlo en un principio, y que sin duda tuvo consecuencias en la cifra de afectados y fallecidos.

Otra cosa que quedó rápidamente en el pasado, fue la creencia de que los más afectados serían las personas mayores. Si bien este es el grupo de mayor riesgo y ha sido tratado con particular ensañamiento por la enfermedad, los grupos de contagiados y muertos se alimentan de gente de todas las edades. Y también de todos los sectores de la sociedad.

No es posible evitar el asombro cuando nos enteramos de que se encuentran aquejados personajes de la nobleza, como el Príncipe Carlos de Inglaterra o el célebre actor de Hollywood, Tom Hanks.

Si alguna conclusión nos ha arropado a lo largo de estas semanas, es que nadie está a salvo. Y no lo decimos con pretensiones aleccionadoras o moralistas; sino más bien por el pragmatismo de que debemos cuidarnos todos al extremo; de que ninguna precaución está demás, sobre todo cuando vemos que pasan las semanas, que aún no conocemos suficiente y que, aunque numerosos equipos científicos de primer nivel trabajan en la posibilidad de una vacuna alrededor del mundo, lo cierto es que, en el más optimista de los casos, eso puede tardar unos meses. Y ya sabemos de qué manera tan drástica se puede modificar el panorama en apenas unos pocos días.

Aunque sí es cierto que todo lo que está sucediendo nos impone una reflexión sobre la vulnerabilidad que aún experimentamos entrando a la tercera década del siglo XXI. Con niveles de conocimiento y tecnología inimaginables hace apenas pocos años, seguimos siendo presa fácil de lo inesperado. Sí, toca también hablar de humildad cuando vemos que seguimos siendo diminutos ante un universo extensamente desconocido.

Pero también es momento de alabar y aplaudir al conocimiento. Porque son incontables los médicos, científicos y demás profesionales que persiguen el alivio y la cura, que asisten a los desventurados de estos días y que reafirman lo mejor de la condición humana, más allá del miedo que inyecta la incertidumbre. Incluso recibimos la alentadora noticia de que una bióloga venezolana está participando en un equipo de Boston dedicado a desarrollar pruebas rápidas para detectar el virus.

Sí es importante seguir también las cifras de personas recuperadas, porque eso nos hace un mapa de las posibilidades de superar esta prueba, para lo cual vamos a necesitar sin duda una paciencia que va a estar por encima de nuestras capacidades; pero hay suficiente talento y trabajo puestos en esto.

No queda más que seguir la lógica y el sentido común, que dictan acatar las medidas que han sido adoptadas por numerosas autoridades en el mundo. Cuidar de nosotros mismos y de nuestros seres queridos. Y, aunque sea lugar común, aferrarnos a la fe. Una virtud que pasa hoy por su prueba de fuego.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
 
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