Tras un par de semanas en
profunda tensión interna y con los ojos del mundo encima, Ecuador vio llegar
una solución momentánea a un conflicto interno que tuvo a todo el continente
atento a su suerte.
Sin embargo, no es para cantar
victoria. La tensión se mantiene en el ambiente y hay quienes temen que sea
peor el remedio que la enfermedad, no sin razón para ello.
En esta oportunidad, el
presidente Lenin Moreno dio su brazo a torcer, por el bien y la paz de la
nación. Sin embargo, hay numerosos matices dignos de análisis en lo sucedido.
En primer lugar, vamos a
introducirnos en el contexto: ¿qué fue lo que sucedió en la nación andina para
que se incendiara la pradera?
Todo comenzó el día primero de
este mes de octubre, cuando Lenín Moreno, anunció que dejaría de subsidiar los
combustibles más baratos y más utilizados debido a un acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional, que proporcionaría 4.200 millones de dólares en ayuda;
a cambio de medidas de austeridad económica.
Sin embargo, las alzas para
nuevas tarifas de combustible escalarían hasta un 123% y ello llevó a protestas
de calle, que hicieron que ya para el día 3 se decretara un estado de
emergencia por 60 días.
Para el día 6 de octubre, la
Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) anuncia a su vez su propio
estado de emergencia y marcha hacia Quito. Tras inquietantes incidentes en la
sede del parlamento nacional, el ejecutivo se vio obligado a decretar un toque
de queda nocturno.
Incluso, Moreno se encontró
forzado a tomar la decisión de mudar el gobierno a la ciudad de Guayaquil, una
previsión que está plasmada en la Constitución ecuatoriana, pero que sin duda
indica el alcance de la crisis. La confrontación escaló hasta un paro nacional
el día 9.
El domingo 13 finalmente decidió
derogar el decreto que eliminaba los subsidios a los combustibles para que
cesaran las protestas. Este martes 15 entró en vigor la derogación, por lo que
los precios volvieron a las tasas existentes antes de esta medida.
Finalmente, el mismo día, Moreno
regresó al palacio presidencial de Carondelet, ante una multitud que lo
acompañó, tras haber permanecido el recinto acordonado por varios días para
contener a los manifestantes contrarios a su gestión.
Las protestas dejaron ocho
muertos según la Fiscalía, aunque el Gobierno dice que son seis, además de unos
1.500 heridos, entre ellos 435 policías y 1.192 detenidos. También quedó dañado
buena parte del mobiliario urbano de Quito, 108 patrullas y 42 ambulancias.
Lo más complicado de toda esta
historia, tan breve como intensa, es sin duda el análisis del gesto de Moreno.
Sí, fue él quien cedió para llegar a una solución, y esto tiene dos lecturas.
La primera, que logró bajarle la
temperatura al conflicto. Evitó mayor pérdida de vidas y una escalada compleja
de la situación, que amenazaba con derivar hacia consecuencias mucho más
lamentables de las que ya se registraron.
Sin embargo, hay otra lectura.
¿Dio Moreno muestras de debilidad? ¿Se dejó chantajear? Desde esta óptica, el
mandatario simplemente está corriendo la arruga, posponiendo un conflicto que
volverá a reflotar más temprano que tarde y que no será controlado en realidad
hasta que no se aborde frontal y totalmente.
Quedará para la historia evaluar
la trascendencia de su gesto, con el cual aparentemente salvó –por el momento–
la frágil democracia ecuatoriana; pero por otro lado asume una actitud de ojos
vendados ante la imposibilidad de mantener subsidios a los combustibles sin
comprometer la viabilidad económica del país.
Otra arista a considerar es cómo
reaccionará el FMI, con quienes ya se había comprometido una negociación.
Obviamente tocará reprogramar todo, pero ahora queda del lado del organismo
multilateral el reajuste de su posición. Y Ecuador, sin duda, necesita de ellos
en este momento.
Finalmente, fue lamentable que
oportunistas políticos intentaran pescar en río revuelto. El expresidente
Rafael Correa trató de surfear la ola del descontento contra Moreno,
pretendiendo convertir el caos en su trampolín para relanzarse a la primera
magistratura. Sin embargo, la confederación indígena marcó temprananente
distancia con él y muchos recuerdan los conflictos que esta organización tuvo
con la administración correista en tiempos no muy lejanos.
Un aspecto adicional que se
mantiene como una bomba de tiempo, es que el país dio claras muestras de estar
dividido en dos potentes sectores que pueden chocar a futuro, aunque evitaron
hacerlo en esta coyuntura.
El Ecuador de la sierra, de los
agricultores, frente al otro, al de la costa, al que mueve la economía.
Guayaquil, que le dio sede temporal al gobierno de Lenin Moreno y Quito, que se
encendió en protestas. Vino la calma, por fin. Pero, ¿por cuánto tiempo?
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui