No hemos terminado de cerrar el
intenso ciclo de lo sucedido recientemente en Perú, cuando en Ecuador se
encienden las alarmas de una conmoción de calle lo suficientemente compleja
como para hacer tambalear su gobierno.
Todo comenzó cuando el presidente
Lenín Moreno anunció la eliminación de subsidios al combustible como parte del
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, a cambio de un crédito de 4.000
millones de dólares. Muchos imaginamos que era cuestión de tiempo antes de que
se produjera el estallido social. Desafortunadamente, no es la primera vez que
sucede en el país andino.
Más allá de las causas de que
esto esté sucediendo, no hay nada de qué alegrarse. Y es que, desde que tenemos
memoria, asistimos al tambalearse de aquellos países vecinos que dan un paso
adelante y dos hacia atrás en sus conquistas de progreso, bienestar y paz.
¿Será Ecuador uno de ellos?
En los últimos años por lo menos
tres mandatarios han finalizado sus períodos abruptamente, a raíz de protestas
multitudinarias que los han sacado del palacio presidencial de Carondelet, en
la capital ecuatoriana. Abdalá Bucaram(1997-1998), Jamil Mahuad (1998-2000) y
Lucio Gutiérrez (2003-2005) no pudieron contener la fuerza de la Confederación
de Entidades Indígenas que, de acuerdo a datos oficiales, representa el 7% de
la población total.
De un tiempo para acá, Ecuador
parecía haber dejado atrás la prolongada inestabilidad que la había marcado, e
inició un proceso de crecimiento lo suficientemente interesante como para
atraer a los numerosos venezolanos que han decidido intentar una vida mejor en
otras naciones.
Y sí, esa es otra de nuestras
grandes preocupaciones, y un agravante: la nada despreciable cantidad de
compatriotas que habita hoy en tierras ecuatorianas, que en mayor o menor grado
se había hecho un espacio y ante quienes se abre otra vez la brecha de una
amenazante inestabilidad.
Proviniendo desde las provincias
y puntos más lejanos, la llegada a Quito de este grupo social descontento con
medidas que tal vez son necesarias, pero resultan altamente impopulares, hace
temer que esto sea el anuncio de un período de perturbación que pone contra la
pared al presidente de turno.
Y lo más interesante es cómo los
grupos en disputa se pelean la pertenencia de este colectivo que sin duda
tendrá una fuerza decisiva, cuando los propios voceros del movimiento reclaman
su independencia de criterio y acciones, mientras rechazan ser utilizados por
los enemigos políticos del presidente Moreno.
Y es que estas enemistades pueden
explicar muchas cosas.
Visceral es el enfrentamiento
entre el actual presidente y su antecesor, Rafael Correa. Ambos fueron en un
pasado no muy lejano, amigos y colaboradores.
Sin embargo, la llegada del nuevo
primer magistrado significó la abolición de la reelección indefinida, una
esperanza que Correa esperaba desempolvar en una hipotética vuelta al poder. No
le puede perdonar a su sucesor lo que considera una traición.
También ha salido a la luz
pública una compleja trama de presunta corrupción que no deja nada bien parado
al mandatario saliente.
¿Hay tras todo esto una venganza
de “Mashi”?
Repetimos, sectores sociales
reivindican la independencia de la protesta; pero no sería descabellado pensar
en qué estarán haciendo aquellos interesados en pescar en río revuelto.
Evitando correr la misma suerte
de algunos de sus predecesores, el que fuera vicepresidente y discípulo del ex
presidente Correa se ha refugiado con su plana mayor en la ciudad costera de
Guayaquil, con la esperanza de resistir el embate atrincherado en el centro
económico mientras la capital política queda a la merced de los manifestantes.
Que quede claro, por cierto, que
este repliegue táctico está incluso contemplado en la Constitución ecuatoriana.
El traslado del poder Ejecutivo a esa poderosa ciudad de pujante economía es
una opción viable, si el gobierno lo considera necesario.
La cosa es que es de alguna
manera una confesión de la fragilidad del gobierno actual, que ha dejado a la
capital en manos de sus adversarios. Sin embargo, las manifestaciones leales en
Guayaquil han sido multitudinarias.
Los centenares de detenidos que
conocemos mientras escribimos este artículo, nos hablan de una preocupación que
está escalando por muchos motivos.
No solamente lo sentimos por la
nación hermana, por los valores de la democracia, tan perseguidos y tan
escurridizos, sino porque lo que suceda en Ecuador, en cualquier lugar de
Latinoamérica, también nos habla de nuestra propia travesía. Estamos
hermanados, tanto en las virtudes como en las carencias.
El crujir de las democracias en
nuestro continente no puede sino ensombrecer más este complicado camino para
consolidar instituciones y paz en cada una de las naciones que habitamos.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui