sábado, 12 de octubre de 2019

“Ecuador se recalienta”

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No hemos terminado de cerrar el intenso ciclo de lo sucedido recientemente en Perú, cuando en Ecuador se encienden las alarmas de una conmoción de calle lo suficientemente compleja como para hacer tambalear su gobierno.

Todo comenzó cuando el presidente Lenín Moreno anunció la eliminación de subsidios al combustible como parte del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, a cambio de un crédito de 4.000 millones de dólares. Muchos imaginamos que era cuestión de tiempo antes de que se produjera el estallido social. Desafortunadamente, no es la primera vez que sucede en el país andino.

Más allá de las causas de que esto esté sucediendo, no hay nada de qué alegrarse. Y es que, desde que tenemos memoria, asistimos al tambalearse de aquellos países vecinos que dan un paso adelante y dos hacia atrás en sus conquistas de progreso, bienestar y paz.

¿Será Ecuador uno de ellos?

En los últimos años por lo menos tres mandatarios han finalizado sus períodos abruptamente, a raíz de protestas multitudinarias que los han sacado del palacio presidencial de Carondelet, en la capital ecuatoriana. Abdalá Bucaram(1997-1998), Jamil Mahuad (1998-2000) y Lucio Gutiérrez (2003-2005) no pudieron contener la fuerza de la Confederación de Entidades Indígenas que, de acuerdo a datos oficiales, representa el 7% de la población total.

De un tiempo para acá, Ecuador parecía haber dejado atrás la prolongada inestabilidad que la había marcado, e inició un proceso de crecimiento lo suficientemente interesante como para atraer a los numerosos venezolanos que han decidido intentar una vida mejor en otras naciones.

Y sí, esa es otra de nuestras grandes preocupaciones, y un agravante: la nada despreciable cantidad de compatriotas que habita hoy en tierras ecuatorianas, que en mayor o menor grado se había hecho un espacio y ante quienes se abre otra vez la brecha de una amenazante inestabilidad.

Proviniendo desde las provincias y puntos más lejanos, la llegada a Quito de este grupo social descontento con medidas que tal vez son necesarias, pero resultan altamente impopulares, hace temer que esto sea el anuncio de un período de perturbación que pone contra la pared al presidente de turno.

Y lo más interesante es cómo los grupos en disputa se pelean la pertenencia de este colectivo que sin duda tendrá una fuerza decisiva, cuando los propios voceros del movimiento reclaman su independencia de criterio y acciones, mientras rechazan ser utilizados por los enemigos políticos del presidente Moreno.

Y es que estas enemistades pueden explicar muchas cosas.

Visceral es el enfrentamiento entre el actual presidente y su antecesor, Rafael Correa. Ambos fueron en un pasado no muy lejano, amigos y colaboradores.

Sin embargo, la llegada del nuevo primer magistrado significó la abolición de la reelección indefinida, una esperanza que Correa esperaba desempolvar en una hipotética vuelta al poder. No le puede perdonar a su sucesor lo que considera una traición.

También ha salido a la luz pública una compleja trama de presunta corrupción que no deja nada bien parado al mandatario saliente.

¿Hay tras todo esto una venganza de “Mashi”?

Repetimos, sectores sociales reivindican la independencia de la protesta; pero no sería descabellado pensar en qué estarán haciendo aquellos interesados en pescar en río revuelto.

Evitando correr la misma suerte de algunos de sus predecesores, el que fuera vicepresidente y discípulo del ex presidente Correa se ha refugiado con su plana mayor en la ciudad costera de Guayaquil, con la esperanza de resistir el embate atrincherado en el centro económico mientras la capital política queda a la merced de los manifestantes.

Que quede claro, por cierto, que este repliegue táctico está incluso contemplado en la Constitución ecuatoriana. El traslado del poder Ejecutivo a esa poderosa ciudad de pujante economía es una opción viable, si el gobierno lo considera necesario.

La cosa es que es de alguna manera una confesión de la fragilidad del gobierno actual, que ha dejado a la capital en manos de sus adversarios. Sin embargo, las manifestaciones leales en Guayaquil han sido multitudinarias.

Los centenares de detenidos que conocemos mientras escribimos este artículo, nos hablan de una preocupación que está escalando por muchos motivos.

No solamente lo sentimos por la nación hermana, por los valores de la democracia, tan perseguidos y tan escurridizos, sino porque lo que suceda en Ecuador, en cualquier lugar de Latinoamérica, también nos habla de nuestra propia travesía. Estamos hermanados, tanto en las virtudes como en las carencias.

El crujir de las democracias en nuestro continente no puede sino ensombrecer más este complicado camino para consolidar instituciones y paz en cada una de las naciones que habitamos.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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