Los nuevos impases en nuestra
relación con Colombia son por demás incómodos. No solamente ante lo inútiles e
injustificados, sino porque también contradicen la naturaleza de la relación
entre ambos países, que siempre se ha caracterizado por la fluidez y la
cooperación, tanto entre sus gobiernos como entre sus ciudadanos.
En los últimos días hemos
presenciado con asombro y desconcierto, cómo han escalado unas tensiones que no
tenían razón de llegar hasta donde han llegado.
La orden desde el lado venezolano
de desplegar tropas en proporciones inquietantes, ha puesto al presidente de
Colombia Iván Duque en su situación más difícil desde que asumió la presidencia
hace poco más de un año, según reseña el diario neogranadino El Tiempo.
Afortunadamente, de aquel lado
las cosas se han tomado con más sensatez. Si la reacción hubiera estado marcada
por la misma visceralidad que hemos visto por aquí, la tragedia estaría
servida. Caso negado, por supuesto y por fortuna.
Sin embargo, no podemos descartar
que, de avanzarse en estas decisiones tan lamentables, nuestras relaciones se
enturbien. Nos negamos a creer que esto llegue más allá, pero es un escenario
por el cual hay que pasearse responsablemente, de seguir dándose pasos en
falso.
Y es que, desde este lado de la
frontera, ese ejercicio de fuerza también luce insensato. Especialmente, porque
los problemas sin resolver se acumulan en nuestra tierra a niveles nunca antes
vistos y es evidente que no se les está prestando atención.
Distraer energía en un vano
intento por escalar diferencias netamente subjetivas con un país socio y
hermano, es la peor decisión que se puede tomar en este momento. Justamente,
ante los reveses en todos los ámbitos que enfrenta nuestra nación, la primera
acción debería ser robustecer los intercambios productivos con nuestro vecino
más cercano, con quien nos une además cultura e idiosincrasia.
Sin embargo, no es así. Durante
el pasado año 2018, la Cámara de Integración Económica Venezolano Colombiana
informó que el intercambio comercial entre Colombia y Venezuela registró una
contracción de 32,75% durante el año 2017.
De acuerdo a las cifras
publicadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística
Colombiano, el comercio binacional acumuló una cifra de 539 millones de dólares
frente a 802 millones de dólares correspondientes al año 2016, según explicó
para aquel momento un informe de Cavecol.
El mismo DANE corrobora que el
deterioro ha sido continuo y sostenido en los últimos años. Según el organismo,
en 2013 Colombia exportó US$2.255,82 millones a Venezuela. Una dramática
contracción que afecta a ambas naciones.
Las exportaciones venezolanas a
Colombia también han decaído notablemente. Tradicionalmente, nuestra balanza
comercial ha sido favorable a Colombia; pero para 2013 el vecino país importó
US$409,77 millones en productos venezolanos; mientras en 2018 las compras a
nuestra nación solo llegan a US$104,39 millones.
Tristemente, esto comprueba que
la que debería ser nuestra primera meta en el ámbito internacional, la cual no
es otra que construir una relación de ganar-ganar con nuestro socio más
cercano, se está comiendo la flecha.
A esto hay que agregar que es
Colombia el principal destino de los compatriotas que deciden abandonar nuestra
tierra y aventurarse a trabajar para construir un destino mejor.
Según cifras del Banco Mundial,
se estima que desde 2015 hasta la fecha aproximadamente 1,23 millones de
personas han ingresado a Colombia desde Venezuela con intención de permanencia,
incluyendo colombianos retornados y migrantes regulares e irregulares. Eso no
incluye a quienes tiene el propósito de continuar su viaje con otras naciones
latinoamericanas como destino.
No solamente se debería estar
alimentando una relación de agradecimiento, sino también de colaboración, ya
que este sí es un problema real, existente, que golpea muchas vidas y que se
complica sostenidamente.
Como consuelo, solamente queda
ver hacia el futuro. La relación entre nuestras patrias se ha caracterizado por
un vínculo tan robusto, que ni siquiera los tiempos más adversos han logrado
carcomerla.
Este vínculo no solamente
subsiste, sino que existe, muy a pesar del ruido artificial y pasajero que se
introduzca en el camino. Se está demostrando en el día a día y en los hechos. Y
volverá a ser pacífica, próspera y de provecho para todos a la vuelta de la
esquina.
Lo lamentable es que, quienes no
saben leer las señales de los tiempos se empeñen en torcer los caminos, con
fines contrarios a los intereses colectivos. Tenemos fe en que Colombia y
Venezuela impedirán que se profundice esta herida. Esa frontera siempre ha
estado marcada por la paz, por una vida serena, pacífica, de compartir. No
tiene por que ser de otra manera.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui