El enfrentamiento entre la
administración revolucionaria venezolana y el gobierno estadounidense alcanzó
esta semana una cota superior de intensidad, tras anunciarse desde Washington
DC la implementación de una serie de medidas que afectarían drásticamente al
primero de los actores mencionados en este conflicto.
Las nuevas medidas anunciadas por
el presidente Donald Trump el pasado día lunes 5 de este mes, congelan todos
los activos manejados por Miraflores que se encuentren en suelo de en Estados
Unidos y adicionalmente, permiten al Departamento del Tesoro sancionar a
cualquier persona, empresa o entidad que haga negocios con dicho gobierno.
Por supuesto, la noticia ha
causado impacto y se ha tratado de desgranar en las horas que han transcurrido
desde entonces, ya que ha estado rodeada de altisonancia y se presta a
confusión.
Aunque para algunos están a la
par con las estrictas sanciones impuestas anteriormente desde Washington hacia
naciones como Corea del Norte, Irán y Cuba, no tienen un alcance tan amplio
como esas. Por ejemplo, Venezuela sigue teniendo un sector privado que no está
señalado en la orden ejecutiva. Es decir, la misma se dirige a la
administración pública.
En este sentido Francisco
Rodríguez, economista jefe de la consultora ubicada en Nueva York Torino
Capital, coincide con otros analistas en cuanto a que no calificarían las
sanciones de embargo, ya que están orientadas a las estructura económica
gubernamental.
Sin embargo, desde las vocerías
del poder Ejecutivo estadounidense se ha dejado muy en claro que los
particulares que negocien con Caracas, serán también objeto de medidas en el
sistema financiero estadounidense. Y esta información parece tener un eco mucho
mayor, ya que prácticamente toda empresa de cierta envergadura en el mundo
tendría que pasar de una u otra forma por algún tipo de trámite por la nación
norteña.
Entre los críticos de la sonada
medida, destacan quienes consideran que ahora el gobierno rojo tendrá más
razones aún para echar la culpa a EEUU por cualquier cosa que no funcione en
Venezuela. Y este es un argumento que, sin duda, es digno de prestarle
atención.
Sin embargo, la larga data de las
penurias tan numerosas que se padecen en esta tierra deja claro que el asunto
de la impericia para gobernar está totalmente “hecha en Venezuela”;
especialmente cuando este tipo de medidas apenas están haciendo su entrada en
el escenario, mientras la involución nacional se viene padeciendo desde hace
rato y nada detiene su avance a paso de vencedores.
Fenómenos como la escalada de
precios, la dificultad para acceder a bienes de consumo básicos, el deterioro
de servicios públicos y otros síntomas similares de la enfermedad que padecemos
como colectividad, no se está manifestando hoy ni ayer.
Han sido la consecuencia de una
progresión de decisiones equivocadas, cuyas consecuencias fueron reiteradamente
advertidas no solamente por venezolanos conocedores que quedaron fuera de estas
decisiones, sino también por quienes desde afuera veían con inquietud como
avanzábamos por el camino equivocado que nos enfrentó a este callejón sin
salida de la actualidad.
Si algo queda claro en medio de
esta situación que ha hecho tanto ruido, es que nuestro problema ya es mundial.
Y a ello ha contribuido muy especialmente la emigración de una cantidad de
compatriotas que era impensable una década atrás. Más aún cuando, a lo largo
del siglo XX, estas tierras fueron destino de inmigrantes por excelencia.
Pero ahora es al revés. Nuestros
afectos que han partido, son testimonio vivo en numerosos países. Confirman que
cada vez es más difícil vivir aquí, que el error del proyecto político que ha
gobernado por dos décadas aplastó el derecho a la más elemental calidad de
vida. No es discurso, son hechos.
Como es un hecho también que la
otrora potencia petrolera ha visto disminuir sensiblemente su capacidad de
producir y exportar, mientras no se ha hecho nada por potenciar formas
alternativas de dinamizar nuestra economía.
Este rosario de problemas
repercute en la región y en el mundo, por lo cual la comunidad internacional
tenido que pronunciarse, ante un asunto que ya sencillamente es de condición
humana.
No es una noticia agradable, no
es como para celebrarla. Es la confirmación de que nuestra situación traspasó
límites inimaginables y de que los errores de un liderazgo extraviado nos han
colocado al lado de naciones indeseables, por las trabas que albergan dentro de
sus respectivas fronteras. Una vergüenza. Una situación a la cual no teníamos
por qué llegar.
Las predicciones ante este
escenario jamás imaginado, se escapan de las manos. No sabemos cuál será el próximo episodio de
esta historia. Al día de hoy, los venezolanos solamente sabemos de cansancio y
de agotamiento. Hace ya demasiado tiempo que nos robaron la paz.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui