viernes, 2 de agosto de 2019

“CITGO: vientos y tempestades”

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La larga y tortuosa historia que se ha venido desarrollando alrededor de la empresa petrolera venezolana CITGO, con sede en Estados Unidos, ha dado esta semana un giro peligroso, que puede lesionar gravemente uno de los activos más valiosos de nuestra nación.

Se trata de que una corte federal estadounidense rechazó una apelación de representantes de Venezuela en el caso que la enfrenta con la minera canadiense Crystallex, lo cual le permitiría a esta última anexarse activos de CITGO, nuestra medular empresa filial de Petróleos de Venezuela, con sede, activos y operaciones en el país del norte.

Haciendo un poco de historia, tenemos que recordar que voceros de los intereses de nuestro país habían llevado ante la Corte de Apelaciones del Tercer Distrito de Filadelfia el fallo de un juez en primera instancia, quien en el 2018 concedió a Crystallex anexarse activos de PDV Holding —la sociedad comercial dueña de CITGO —para satisfacer un laudo arbitral de 1.400 millones de dólares. Crystallex ganó el laudo en compensación por la expropiación de sus activos en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez.

Este episodio, por tanto, nos remite a uno de los más amargos tramos históricos recientes: el de las expropiaciones de la década pasada. Y vayamos mucho más atrás en la historia, porque las tempestades de hoy no salieron de vientos de la nada. Tienen sus raíces en hondos errores del pasado.

Después de ganar las elecciones de 2006, el hoy fallecido presidente Chávez anunció un programa de nacionalización de lo que el consideró “empresas de sectores estratégicos”, una denominación en la cual caían desde servicios claves como la luz y el teléfono hasta compañías de alimentos; y que pasaba obviamente por el amplio abanico de negocios petroleros.

Se comenzó por la compra de empresas que eran operadas eficientemente por capital privado, para ir forzando la barra cada vez más en el voraz afán que tenía un mega estado hipertrofiado: engullirlo todo, tener todo bajo su poder. Una conducta apalancada en los entonces elevados precios petroleros. Una riqueza que no sirvió para construir sino para atropellar, y cuyo desatinado manejo estamos todos pagando hoy.

Y, por si fuera poco, se toparon –como era de esperarse– con los desacuerdos de algunas de las empresas objeto de expropiación, ante la manera como se estaban haciendo las cosas.

Fue entonces cuando sucedió lo que muchos temían: las llamadas expropiaciones desbordaron la figura legal que se ampara bajo este nombre y comenzaron a hacerse de una manera plagada de irregularidades.

En esta situación cayó la empresa minera Las Cristinas, operada por la canadiense Crystallex desde el año 2002. Fue el caso más sonado y representativo de aquella ola de expropiaciones que se venía dando desde casi 2 años antes, entre otros motivos, por tratarse de una compañía extranjera. Sucedió el 5 de noviembre de 2008.

El enfrentamiento de la empresa con el Estado venezolano, a fin de ser resarcida por su daño patrimonial, ya supera la década y ha sido llevada a escenarios internacionales, amén de haber sido noticia mundial durante todo este tiempo.

Se ha convertido en el perfecto ejemplo de cómo se manejaron irresponsablemente las cosas en la Venezuela de la década pasada. Esta inconsciencia, ensordecida en su momento por el derroche petrolero, nos hace enfrentar hoy sus más amargos frutos.

No se sabe aún qué acción tomarán los representantes de Venezuela, quienes podrían apelar la decisión y obtener una audiencia “en banc”, un recurso legal que contempla el derecho estadounidense, en donde todos los jueces de una corte escuchan el caso. “Después de ahí, si esa audiencia vuelve a fallar en contra de Venezuela y deciden apelar tendría que ser en la Corte Suprema”, según explicó a la Voz de América Russ Dallen, abogado y socio de la firma de inversores Caracas Capital.

Los actores políticos y económicos son otros. Venezuela sigue aquí, golpeada por innumerables desaciertos que todos conocemos, que sería largo enumerar y que no son el tema de estas líneas.

Sin embargo, somos los venezolanos de hoy quienes estamos viendo cómo se puede llegar a materializar un grave daño patrimonial en contra de uno de los activos claves de nuestra nación.

CITGO es un activo clave de PDVSA, ya que se trata de la ventana para comercializar nuestro petróleo en el enorme mercado estadounidense, nuestro principal aliado comercial por tradición. Sus ingresos se han financiado muchos de los desaciertos que hemos padecido en los últimos años.

Y, ante la imposibilidad de entenderse con el gobierno venezolano, Crystallex acudió a instancias internacionales, donde se encuentra en posición de vulnerabilidad el valioso activo que hoy está en juego. Fue un riesgo que la soberbia no midió.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
 
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