Si en algún indicador podemos
confiar para saber dónde estamos ubicados en un momento particular, es en los
números. Nada hay de relativo o de subjetivo en ellos, simplemente se trata de
cifras que cantan hechos irrebatibles.
Quizá sea por eso que resultan
tan antipáticos a muchos, ya que es difícil lidiar en su contra y cualquier
retórica se estrella contra los datos que reflejan.
Hablamos, por ejemplo, de la
reciente información dada a conocer por la Asociación Nacional de Empresarios,
Fedecámaras, en la cual se pronostica una contracción de la economía venezolana
que rondará el 35% para cuando termine este año 2019.
La información fue ofrecida por
el presidente saliente de la institución, Carlos Larrazábal, quien de paso dijo
que el pronóstico de ellos coincide con el del Fondo Monetario Internacional,
confirmándolo.
A efectos comparativos debemos
decir que, casualmente, esa cifra de 35% fue la estimada por el mismo FMI para
la contracción de nuestra economía que se produjo entre 2014 y 2017. Sin
embargo, en aquel momento fue el resultado de cuatro años, mientras que hoy la
vemos en apenas uno.
Se trata no solo de una caída
enorme en un solo año, sino también de una tendencia negativa que arrastramos
desde muy atrás. Lamentablemente, lejos de crecer, el aparato productivo
nacional no hace sino contraerse año tras año desde hace un buen tiempo.
Las declaraciones de Larrazábal
se produjeron en el marco de la Asamblea Anual de Fedecámaras numero 75,
celebrada para elegir la nueva directiva del organismo empresarial.
Allí, el vocero expresó a los
periodistas que esa caída no solo es el efecto de las interrupciones de
electricidad que sacudieron al país en marzo. Más bien, según él, se trata del
resultado del “colapso de la economía nacional, proceso que lleva varios años
en desarrollo”.
Y razón no le falta, a los ojos de
lo que todos podemos ver en nuestra cotidianidad. Como dice una frase muy
popular, quien tiene ojos, que vea.
Añadió que los sectores más
golpeados por la crisis son el agroindustrial, la ganadería y la construcción.
“No hay luz, no hay combustible y no hay vías expeditas de comunicación”,
afirmó. También dijo que “El modelo rentista y estatista que se ha desarrollado
en el país en los últimos 20 años han destruido la economía”.
Dejando a los números de lado, lo
podemos percibir con solamente salir a la calle. Las santamarías abajo, la
restricción de los horarios comerciales, la ausencia de numerosos productos, el
mismo movimiento vehicular y peatonal que ha disminuido notablemente en las
calles.
Quien se niegue a aceptar la
cifra suministrada por Fedecámaras y coincidente con la del FMI, no podrá jamás
negar que nuestra cotidianidad parece haber caído en una cámara lenta, se está
apagando poco a poco.
Como bien dijo el vocero
empresarial, creemos que esto tiene que ver con el equivocado modelo rentista y
estatista, que ha terminado por estrangular a prácticamente cualquier
iniciativa particular, la cual constituye el hombro que levanta a cualquier
economía con aspiraciones de ser próspera.
Tristemente, han sido los hechos
quienes han demostrado que para Venezuela se adoptó el peor proyecto posible.
Aquel rentismo petrolero que
incluso hoy ya está menguado, no hizo sino confiar en una riqueza fácil,
proveniente de la venta de una materia prima que por suerte –o por desgracia–
tenemos bajo tierra.
La ilusión de riqueza trajo
soberbia. Y con esa soberbia se le pasó por encima al aparato productivo
nacional. Era más fácil importarlo todo, incluso asignar a los productos
llegados de fuera precios inferiores a los de la producción nacional, que por
eso terminó de sucumbir.
Se castigó al empresariado por
razones políticas y se centralizó todo, absolutamente todo en el Estado
todopoderoso, lo cual lo llevó a la hipertrofia y de allí al colapso.
Porque ese Estado ahora no tiene
el músculo de los altos precios del petróleo. Para colmo esta misma industria,
eje de la visión estatista y centralista, está muy disminuida debido a los
numerosos reveses que ha atravesado el país.
Parecemos estar atrapados en un
callejón sin salida.
El gobierno intentó tomar el
control de todo, para así controlarnos a todos. Pero se les fue de las manos. Y
con eso, también se fue de las manos el país. Hoy en día no controlan nada y
parecen estar muy lejos de tener las capacidades y la voluntad para solucionar
los estragos de este monstruo que ellos mismos crearon y que se salió de
control.
Sí, hay solución. Un giro de 180
grados en la manera de hacer las cosas. Una radical y audaz política económica
que promueva la confianza, que llame a las inversiones, que rompa el corsé
estatista que asfixia hoy a Venezuela. Pero repetimos: hacen falta capacidad y
voluntad. Seguimos en suspenso.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui