viernes, 21 de junio de 2019

“La visita más esperada”

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La llegada de Michelle Bachelet a Venezuela es sin duda un hito en medio del ya prolongado y extenuante conflicto que vive nuestro país.

La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos es, por mérito propio, una mujer de alta talla en la reciente historia política latinoamericana. Y su presencia en nuestra tierra es por demás polémica.

Siendo una líder de la izquierda chilena, muchos temen que haya un sesgo o parcialidad en las observaciones que viene a hacer sobre el álgido momento actual de los DDHH en el país.

Otros más, consideran que está investida de una solvencia moral que la llevará a respetar su investidura por encima de cualquier sesgo personal.

También hay quienes apuestan a que, más allá de sus inclinaciones ideológicas, pueda sentirse conmovida por lo que le va a tocar ver.

¿Cuál de todas estas es Verónica Michelle Bachelet Jeria?

Hay que comenzar recordando que ella misma fue prisionera de un gobierno de facto en su país. Que su padre falleció en prisión. Que ella y su madre salieron al exilio. Que vivió en carne propia el estar del lado de los oprimidos. Que compartir la misma acera ideológica no significa solidaridad automática, porque hay matices y límites.

Y, sobre todo, hay que recordar que a estas alturas del siglo XXI aquella dicotomía de las izquierdas y las derechas, ha quedado en el pasado. Toca hoy hablar de gobiernos buenos y malos, de quienes aportan bienestar y progreso, contrastados con quienes sustraen bienestar a los ciudadanos.

Desde los tiempos de la Concertación y el plebiscito de finales de los años 80, Chile ha logrado convivir en medio de un pacto político eficiente. A pesar del visceral enfrentamiento de las dos visiones de país que perviven desde entonces, las cosas jamás han pasado a castaño oscuro.

La nación de la señora Bachelet es un ejemplo de cómo una sociedad puede salir adelante a pesar de estar fracturada en dos por traumas dolorosos y profundos. Ha existido una visión de perdón y de mirar al futuro. Visión que, por demás, tiene que haber sido sumamente cruel para quienes cargan con las heridas.

Pero aquellos fantasmas de la izquierda y la derecha en Chile, han sido atenuados por un saludable centro. Por un pacto que ha puesto por delante el bienestar del país y que ha moderado los excesos de lado y lado.

Si de alguna nación necesita aprender la Venezuela actual, es de ese Chile que dejó en la historia lo que hoy vivimos nosotros. No ha sido una solución mágica, no ha sido fácil. Estamos seguros de que no es así. Y es justamente por eso, que admiramos la historia de aquella nación suramericana.

Nación que, precisamente, está recibiendo en el momento actual a elevadas cantidades de compatriotas que la adoptaron, porque sienten que allá están seguros. Que pueden salir adelante, que se les garantiza la más elemental dignidad a la cual todos tenemos derecho por nuestra condición humana, que se puede vivir y progresar. Tan es así, que el mismo Diario Financiero de Santiago acaba de publicar un trabajo sobre cuánto están aportando los migrantes venezolanos a la economía chilena.

No está demás invocar en este momento a Andrés Bello, ese prócer civil que nos hermana con aquellas tierras del sur, que ellos hicieron propio y que es reverenciado como el referente cultural que fue y es.

Haciendo honor al Chile encauzado por la senda del bienestar común y del futuro como meta, creemos que ella hizo, al igual que los gobernantes chilenos de distinto signo político, lo que le tocó hacer en su momento para mantener el delicado equilibrio que se ha ido alimentando en el Chile de las tres últimas décadas.

Y en cuanto a engañarla, tenemos la certeza de que no será fácil. Entre otros haberes, es médico de profesión. Punto a favor para que disponga de un “ojo clínico” ante lo que va a ver. Más aún si sabemos que el sol no se tapa con un dedo. No es fácil tapar la situación de la Venezuela de este momento.

Bachelet fue ministro de Salud antes de arribar a la presidencia de su país en dos oportunidades, ambas por voto popular. Recordemos que fue la primera mujer en presidir Chile –hasta ahora la única– y de las pocas en Latinoamérica. Sabe lo que es el poder desde adentro.

Y no es tampoco gratuito el alto cargo al cual ha arribado en Naciones Unidas, después de hacer una carrera en ese organismo. No llega aún a cumplir un año en esa posición y ha logrado implantar hitos en espinosos conflictos de derechos humanos en países diversos y remotos.

Toda esta disertación no es gratuita. De lo expuesto anteriormente viene Michelle Bachelet. Ella está apuntalada en una vida compleja, que ha sabido asimilar e interpretar. Sabe la trascendencia de su visita, el peso de su cargo. Tenemos la certeza de que honrará su propia historia.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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