La llegada de Michelle Bachelet a
Venezuela es sin duda un hito en medio del ya prolongado y extenuante conflicto
que vive nuestro país.
La alta comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos es, por mérito propio, una mujer de
alta talla en la reciente historia política latinoamericana. Y su presencia en
nuestra tierra es por demás polémica.
Siendo una líder de la izquierda
chilena, muchos temen que haya un sesgo o parcialidad en las observaciones que
viene a hacer sobre el álgido momento actual de los DDHH en el país.
Otros más, consideran que está
investida de una solvencia moral que la llevará a respetar su investidura por
encima de cualquier sesgo personal.
También hay quienes apuestan a
que, más allá de sus inclinaciones ideológicas, pueda sentirse conmovida por lo
que le va a tocar ver.
¿Cuál de todas estas es Verónica
Michelle Bachelet Jeria?
Hay que comenzar recordando que
ella misma fue prisionera de un gobierno de facto en su país. Que su padre
falleció en prisión. Que ella y su madre salieron al exilio. Que vivió en carne
propia el estar del lado de los oprimidos. Que compartir la misma acera
ideológica no significa solidaridad automática, porque hay matices y límites.
Y, sobre todo, hay que recordar
que a estas alturas del siglo XXI aquella dicotomía de las izquierdas y las
derechas, ha quedado en el pasado. Toca hoy hablar de gobiernos buenos y malos,
de quienes aportan bienestar y progreso, contrastados con quienes sustraen
bienestar a los ciudadanos.
Desde los tiempos de la
Concertación y el plebiscito de finales de los años 80, Chile ha logrado
convivir en medio de un pacto político eficiente. A pesar del visceral
enfrentamiento de las dos visiones de país que perviven desde entonces, las
cosas jamás han pasado a castaño oscuro.
La nación de la señora Bachelet
es un ejemplo de cómo una sociedad puede salir adelante a pesar de estar
fracturada en dos por traumas dolorosos y profundos. Ha existido una visión de
perdón y de mirar al futuro. Visión que, por demás, tiene que haber sido
sumamente cruel para quienes cargan con las heridas.
Pero aquellos fantasmas de la
izquierda y la derecha en Chile, han sido atenuados por un saludable centro.
Por un pacto que ha puesto por delante el bienestar del país y que ha moderado
los excesos de lado y lado.
Si de alguna nación necesita
aprender la Venezuela actual, es de ese Chile que dejó en la historia lo que hoy
vivimos nosotros. No ha sido una solución mágica, no ha sido fácil. Estamos
seguros de que no es así. Y es justamente por eso, que admiramos la historia de
aquella nación suramericana.
Nación que, precisamente, está
recibiendo en el momento actual a elevadas cantidades de compatriotas que la
adoptaron, porque sienten que allá están seguros. Que pueden salir adelante,
que se les garantiza la más elemental dignidad a la cual todos tenemos derecho
por nuestra condición humana, que se puede vivir y progresar. Tan es así, que
el mismo Diario Financiero de Santiago acaba de publicar un trabajo sobre
cuánto están aportando los migrantes venezolanos a la economía chilena.
No está demás invocar en este
momento a Andrés Bello, ese prócer civil que nos hermana con aquellas tierras
del sur, que ellos hicieron propio y que es reverenciado como el referente
cultural que fue y es.
Haciendo honor al Chile encauzado
por la senda del bienestar común y del futuro como meta, creemos que ella hizo,
al igual que los gobernantes chilenos de distinto signo político, lo que le
tocó hacer en su momento para mantener el delicado equilibrio que se ha ido
alimentando en el Chile de las tres últimas décadas.
Y en cuanto a engañarla, tenemos
la certeza de que no será fácil. Entre otros haberes, es médico de profesión.
Punto a favor para que disponga de un “ojo clínico” ante lo que va a ver. Más
aún si sabemos que el sol no se tapa con un dedo. No es fácil tapar la situación
de la Venezuela de este momento.
Bachelet fue ministro de Salud
antes de arribar a la presidencia de su país en dos oportunidades, ambas por
voto popular. Recordemos que fue la primera mujer en presidir Chile –hasta
ahora la única– y de las pocas en Latinoamérica. Sabe lo que es el poder desde
adentro.
Y no es tampoco gratuito el alto
cargo al cual ha arribado en Naciones Unidas, después de hacer una carrera en
ese organismo. No llega aún a cumplir un año en esa posición y ha logrado
implantar hitos en espinosos conflictos de derechos humanos en países diversos
y remotos.
Toda esta disertación no es
gratuita. De lo expuesto anteriormente viene Michelle Bachelet. Ella está
apuntalada en una vida compleja, que ha sabido asimilar e interpretar. Sabe la
trascendencia de su visita, el peso de su cargo. Tenemos la certeza de que
honrará su propia historia.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui