Después de las penosas idas y venidas que ha padecido la
relación de Venezuela con la Organización de Estados Americanos, el gobierno
madurista ha hecho pública la iniciativa de instaurar un día de celebración a
propósito de lo que ellos consideran la salida de Venezuela del organismo
hemisférico.
La pregunta es: sea cual sea la posición política de cada
venezolano, ¿hay algo que merezca ser celebrado en un caso así?
Desde nuestro punto de vista, creemos que no. Si nos
situamos ante el escenario de cierre de un foro internacional para la
participación de un país, creemos que nos encontraríamos frente a un paso atrás
como colectividad.
Los funcionarios agrupados en la coalición que ha
gobernado Venezuela en las últimas décadas tienen un ya largo historial de
enfrentamiento con la OEA, basado en el hecho de que los pronunciamientos y
acciones del organismo no les resultan satisfactorios. Sin embargo, cabe
reflexionar en el hecho de que no se puede abandonar la partida solamente
cuando se va perdiendo.
Las situaciones de este tipo resultan más bien en una
suerte de “confesión de parte”, que da la razón al ente cuestionado, más aún si
la circunstancia viene acompañada –como suele suceder– de palabras y acciones
altisonantes.
Los airados discursos de los funcionarios en cuestión en
el marco de este foro internacional, aunados a la manera como se ha establecido
un enfrentamiento reiterado, en realidad constituyen una circunstancia triste,
que nos deja muy mal parados y que habrá que corregir a futuro.
Porque desde nuestro punto de vista, entre otras cosas,
no habla de un manejo profesional de la diplomacia venezolana y podrían ser
muchos más los daños que los beneficios, en un mundo que se adentra en el siglo
XXI y que tiende a globalizarse cada vez más, aunque haya quienes se resistan
inútilmente a eso.
Cabe acotar que, en el marco de esta satanizada
globalización, el aglutinamiento de naciones en bloques regionales, es un
instrumento para sumar fuerzas ante el resto del mundo; no en un afán
belicista, sino más bien para encauzar el avance hacia el bienestar colectivo.
Pero lo cierto es que la incomodidad entre el foro
hemisférico y los revolucionarios, es de muy vieja data. El 29 de abril de
2007, asomó por primera vez la posibilidad de abandonar la OEA, en caso de que
la asamblea general condenara al Gobierno por el cierre de Radio Caracas
Televisión, ocurrido el 28 de mayo de ese año.
Por las
mismas fechas, el ex presidente Hugo Chávez informó acerca de su intención de
retirarse del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Venezuela pagó su deuda, pero no abandonó ninguno de los
dos foros. Este hecho contribuyó, sin embargo, a alimentar el expediente de la
política de “carrito chocón”, haciendo cotidianos los enfrentamientos con
entidades multinacionales.
"Váyanse largo y al cipote" dijo el ex
mandatario Chávez en 2007 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de
la OEA, después de que ésta incluyera a Venezuela en su informe como uno de los
países con asuntos pendientes DDHH. Entonces volvió a plantear la posibilidad
de retirar a Venezuela y crear un organismo paralelo, de naturaleza similar.
Uno que, por supuesto, sea complaciente cuando se cruce la raya amarilla. Y
asì, surgieron experimentos como ALBA y Unasur, tan inorgánicos como fallidos,
al no llevar otra intención que contraponerse a los grupos regionales que
estaban poniendo el dedo en la llaga. Un truco sacado de dentro de la manga
donde se evidenció la improvisación y el sesgo en el propósito que los creó.
Todo este cuadro ha conformado un hábito de hacer
demasiado ruido ante los micrófonos que ya ha pasado de castaño oscuro,
especialmente por los hechos que acompañan a ese ruido, que gritan más que las
palabras y que han enrarecido las relaciones de quienes deberían ser nuestros
representantes, con diversos organismos e instituciones; amén de complicar la
convivencia con países socios, hermanos y vecinos con quienes deberíamos llevar
la fiesta en paz y colaborar mutuamente.
Lo que se llama una relación “ganar-ganar”. Algo que no
entienden quienes piensan que, para lograr sus objetivos, deben necesariamente
dejar en el camino a un tercero que haya sido perjudicado.
Sí, es cierto que las críticas exacerbadas hacia este
organismo –al igual que hacia otros entes similares– han abundado desde hace
muchos años. Pero hay que partir de que son perfectibles, de que es mejor que
existan, pertenecer a ellos y empujar su razón de ser para que funcionen de una
manera que les permita aportar en sus respectivas áreas de influencia. Se gana
muy poco dándole una patada a la mesa, botando tierrita para no jugar mas. Y se
pierde mucho.
David Uzcátegui
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