En medio de la irregular
situación que vive todo el territorio nacional debido al suministro inestable
de electricidad, toca al estado Zulia padecer una de las peores partes de las
complejas horas que hoy atravesamos.
Y es que el calvario de los
zulianos se agrava por las mismas características de la región, específicamente
su inclemente clima; aunado a que son de los estados más productivos de país en
una cantidad de rubros que ahora deben funcionar a media máquina o directamente
bajar las santamarías.
Lo cierto es que se trata de la
entidad más castigada, no solamente en la coyuntura actual, sino desde hace más
de diez años.
El Zulia requiere de un potente
suministro eléctrico por su misma condición de tierra calurosa y productiva, lo
cual es un compromiso insalvable para el golpeado sistema eléctrico nacional,
que no tiene cómo soportar las exigencias del que una vez fuera uno de los
territorios más pujantes de Venezuela, el mismo que hoy ha visto menguar su
bienestar a niveles jamás imaginados hace apenas unos pocos años atrás.
Irónicamente, para 1888 Maracaibo
fue, con orgullo, la primera ciudad venezolana en tener un suministro eléctrico
regular y continuado, incluso antes que Caracas.
Por iniciativa particular, se
instaló en la ciudad la compañía The Maracaibo Electric Light, poseedora de un
capital social de 336.000 dólares (dividido en 3.360 acciones de 100 dólares
cada una) y cuyo asiento estaba en Nueva York, con domicilio en Venezuela.
Fue además la segunda ciudad
suramericana en contar con el sistema, ya que apenas un año antes en Buenos
Aires se había instalado el servicio eléctrico, en lo que fue la ciudad pionera
del continente para el entonces vanguardista servicio.
La panorámica de la vida en los
sectores de la entidad por estos días, es sencillamente insólita. Con
temperaturas que pasan de los treinta e incluso de los cuarenta grados
centígrados, toda su geografía de 63 mil kilómetros cuadrados es una inmensa
olla de presión, que atormenta a sus aproximadamente cuatro millones de
habitantes.
Los zulianos se han visto
obligados a buscar el aire libre para pasar la noche, pernoctando en los techos
de sus viviendas o incluso en las calles para buscar un poco de alivio a la
pesada y pegajosa sensación que jamás se va de su entorno y que solamente se
alivia bajo la bondad del aire acondicionado. Ese mismo que hoy es más que un
lujo, es casi inexistente.
Esa misma particularidad
climática es la que hace que las más elementales tareas de supervivencia se
conviertan en una cuesta arriba infranqueable cuando no hay luz. Es un tormento
viajar dentro de un carro o transporte público, los alimentos se descomponen
con mayor velocidad, se hace imposible permanecer en una oficina. Y por
supuesto, se multiplican exponencialmente los desperfectos en artefactos
eléctricos.
No resulta fácil que alguien que
no lo haya vivido, entienda lo que es sufrir estas penurias multiplicado por
cien horas, que es el lapso aproximado por el cual han sido privados de energía
muchos zulianos.
Tras los prolongados apagones que
han afectado recientemente a todo el territorio nacional, quienes tiene a su
cargo la gerencia este servicio se han visto obligados a admitir la necesidad
de un racionamiento y a programar los mismos; aunque la realidad es mucho más
dura.
Lo que está sucediendo es que, de
las cuatro horas de racionamiento oficialmente anunciado, se ha llegado hasta a
tres cortes por día que superan las doce horas en total, y que están muy por
encima de lo que se le había participado a la ciudadanía. Ya no solamente se
trata del suplicio de la privación: lo peor es que no se sabe cuándo se va,
cuándo vuelve o cuánto va a durar.
Como si todo esto fuera poco, se
suma también la irregularidad en el suministro de agua que también está
padeciendo el resto del territorio nacional, y que surge de la falencia
eléctrica, por la incapacidad para bombear el líquido cuando no hay luz.
El dantesco escenario resulta
mucho más doloroso cuando pensamos en la productividad proverbial de esas
latitudes, y más aún cuando vemos que no hay respuesta en lo inmediato para
solucionar este escenario tan adverso.
Lamentablemente, el panorama en
lo inmediato no es para nada optimista y su prolongación no solamente significa
un intolerable costo humano, sino también atar de manos a una de las regiones
que más aporta a la riqueza nacional, en momentos en los cuales justamente
necesitamos multiplicar la productividad, única manera de derrotar al adverso
cuadro económico que también nos agobia.
Solamente queda apostar al empuje
de su gente y a las bendiciones de su geografía, para que, cuando la situación
cambie, el Zulia vuelva a ser un orgullo nacional y esta lamentable situación
quede en el recuerdo, aunque nunca en el olvido.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui