viernes, 22 de febrero de 2019

“El carro delante de los caballos”

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En los últimos días nos ha sorprendido la novedad de que se ha lanzado la marca país Venezuela, impulsada desde algunos despachos gubernamentales. Y decimos que es sorpresa, porque no pareciera un asunto del cual pudieran estar pendientes funcionarios que pretenden nadar a contracorriente de cualquier cosa que pueda sonar a comercial.

Partamos de entrada diciendo que, en líneas generales, la marca país es una gran idea. Pero, citando a la frase que titula estas reflexiones, no se puede poner el carro delante de los caballos. Vamos por partes.

La marca país es un concepto utilizado en el marketing y la comunicación, para referirse al valor intangible de la reputación e imagen de marca de un país, a través de múltiples aspectos, tales como sus productos, ya sean el turismo, la cultura, los deportes, las empresas o los organismos públicos.

Estos determinan los valores que se asocian a ese país. Una buena marca país es, para los defensores de este concepto, un valor añadido para los productos provenientes de ese país y etiquetados como «Made in...», así como para el turismo, la atracción de capital extranjero, la captación de mano de obra y su influencia política y cultural en el mundo.

Como consecuencia de ello, numerosos países cuentan con organismos dedicados a mejorar su imagen de marca y enfatizar sus cualidades diferenciadoras.

Famosas han sido muchas, como “My name is Panama”, la muy conocida “Pura vida” de Costa Rica, “Hay un Perú para cada quien”, “Presencia Suiza” o “La Respuesta es Colombia”.

Se trata sin duda, de un verdadero activo, que puede potenciar las riquezas de una nación si es bien manejada, hecho que parte de cuáles son las fortalezas reales del país en cuestión.

Porque es que la marca país tiene que ser primero que nada, transparente, basada en hechos y realidades, amén de basarse en virtudes sostenidas en el tiempo.

Si miramos hacia atrás, descubrimos un potencial enorme para empezar a construir esa marca país. Una industria petrolera sólida y próspera, paisajes espectaculares, mujeres hermosas, peloteros sobresalientes, una industria televisiva de exportación, cacao, ron y pare usted de contar.

La nota publicada en los medios que difundieron la iniciativa, señala que “Uno de los objetivos del lanzamiento de esta marca país es posicionar a Venezuela internacionalmente dando a conocer sus capacidades en turismo, exportación, nuevas inversiones y cultura”.

Sin embargo, el pecado número uno de los últimos tiempos, ha sido sin duda la pérdida de foco. La infatuación por un espejismo ideológico que dividió al país en dos, y ese es el primer torpedo en la línea de flotación de cualquier pretensión de construir una marca país.

Tristemente, mucho de aquello que nos servía para ser distinguidos en el mundo, ha perdido su potencia y se ha diluido en los vericuetos que nos han distraído de tener un propósito certero y común para avanzar como colectividad. Porque, de un país dividido y en pugna, no se puede crear una marca.

Para nadie es un secreto que la economía nacional se ha convertido en un juego trancado que ha desfavorecido a la iniciativa particular. Esa iniciativa que hubiera podido, por ejemplo, diseminar por el mundo los excelentes productos que se pueden manufacturar con el cacao venezolano.

Sí, tenemos unos paisajes que nos enorgullecen. Pero, ¿dónde está la infraestructura turística? ¿Los hoteles y posadas? ¿Los servicios que puedan atraer al turista extranjero y sus divisas? ¿El personal formado para brindar atención a los visitantes? Todos estos son obstáculos que dejan a una potencial fuente de prestigio para el país en un puñado de buenas intenciones que no encuentran su sendero para materializarse.

Sí, está bien: construyamos una marca país. Pero primero, lo primero.

Pensemos en Venezuela como en una casa. Una casa a la que hay que poner en orden. Hay que limpiar a fondo, pintarla toda, arrancar la maleza del jardín, sembrar flores para luego regarlas y abonarlas. Reparar los tomacorrientes en mal estado y los botes de agua en los grifos, además de esa hornilla que no funciona en la cocina. Limpiar bien los vidrios de las ventanas, para poder tener la mejor visibilidad.

Y entonces sí. Tomemos fotos y videos, invitemos a los visitantes, sirvamos la mesa y seamos los mejores anfitriones.

Con ese chocolate y con ese ron que nos enorgullecen. Con las mujeres más bellas del mundo y los mejores deportistas. Con unas casas de estudio de las cuales egresen profesionales reconocidos y premiados en el mundo entero.

De esa manera algún día, como consecuencia de haber puesto todo en su sitio, existirá una marca país de la cual estaremos orgullosos.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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