En los últimos días nos ha
sorprendido la novedad de que se ha lanzado la marca país Venezuela, impulsada
desde algunos despachos gubernamentales. Y decimos que es sorpresa, porque no
pareciera un asunto del cual pudieran estar pendientes funcionarios que pretenden
nadar a contracorriente de cualquier cosa que pueda sonar a comercial.
Partamos de entrada diciendo que,
en líneas generales, la marca país es una gran idea. Pero, citando a la frase
que titula estas reflexiones, no se puede poner el carro delante de los
caballos. Vamos por partes.
La marca país es un concepto
utilizado en el marketing y la comunicación, para referirse al valor intangible
de la reputación e imagen de marca de un país, a través de múltiples aspectos,
tales como sus productos, ya sean el turismo, la cultura, los deportes, las
empresas o los organismos públicos.
Estos determinan los valores que
se asocian a ese país. Una buena marca país es, para los defensores de este
concepto, un valor añadido para los productos provenientes de ese país y
etiquetados como «Made in...», así como para el turismo, la atracción de
capital extranjero, la captación de mano de obra y su influencia política y
cultural en el mundo.
Como consecuencia de ello,
numerosos países cuentan con organismos dedicados a mejorar su imagen de marca
y enfatizar sus cualidades diferenciadoras.
Famosas han sido muchas, como “My
name is Panama”, la muy conocida “Pura vida” de Costa Rica, “Hay un Perú para
cada quien”, “Presencia Suiza” o “La Respuesta es Colombia”.
Se trata sin duda, de un
verdadero activo, que puede potenciar las riquezas de una nación si es bien
manejada, hecho que parte de cuáles son las fortalezas reales del país en
cuestión.
Porque es que la marca país tiene
que ser primero que nada, transparente, basada en hechos y realidades, amén de
basarse en virtudes sostenidas en el tiempo.
Si miramos hacia atrás,
descubrimos un potencial enorme para empezar a construir esa marca país. Una
industria petrolera sólida y próspera, paisajes espectaculares, mujeres
hermosas, peloteros sobresalientes, una industria televisiva de exportación,
cacao, ron y pare usted de contar.
La nota publicada en los medios
que difundieron la iniciativa, señala que “Uno de los objetivos del lanzamiento
de esta marca país es posicionar a Venezuela internacionalmente dando a conocer
sus capacidades en turismo, exportación, nuevas inversiones y cultura”.
Sin embargo, el pecado número uno
de los últimos tiempos, ha sido sin duda la pérdida de foco. La infatuación por
un espejismo ideológico que dividió al país en dos, y ese es el primer torpedo
en la línea de flotación de cualquier pretensión de construir una marca país.
Tristemente, mucho de aquello que
nos servía para ser distinguidos en el mundo, ha perdido su potencia y se ha
diluido en los vericuetos que nos han distraído de tener un propósito certero y
común para avanzar como colectividad. Porque, de un país dividido y en pugna,
no se puede crear una marca.
Para nadie es un secreto que la
economía nacional se ha convertido en un juego trancado que ha desfavorecido a
la iniciativa particular. Esa iniciativa que hubiera podido, por ejemplo,
diseminar por el mundo los excelentes productos que se pueden manufacturar con
el cacao venezolano.
Sí, tenemos unos paisajes que nos
enorgullecen. Pero, ¿dónde está la infraestructura turística? ¿Los hoteles y
posadas? ¿Los servicios que puedan atraer al turista extranjero y sus divisas?
¿El personal formado para brindar atención a los visitantes? Todos estos son
obstáculos que dejan a una potencial fuente de prestigio para el país en un
puñado de buenas intenciones que no encuentran su sendero para materializarse.
Sí, está bien: construyamos una
marca país. Pero primero, lo primero.
Pensemos en Venezuela como en una
casa. Una casa a la que hay que poner en orden. Hay que limpiar a fondo,
pintarla toda, arrancar la maleza del jardín, sembrar flores para luego
regarlas y abonarlas. Reparar los tomacorrientes en mal estado y los botes de
agua en los grifos, además de esa hornilla que no funciona en la cocina.
Limpiar bien los vidrios de las ventanas, para poder tener la mejor
visibilidad.
Y entonces sí. Tomemos fotos y
videos, invitemos a los visitantes, sirvamos la mesa y seamos los mejores
anfitriones.
Con ese chocolate y con ese ron
que nos enorgullecen. Con las mujeres más bellas del mundo y los mejores
deportistas. Con unas casas de estudio de las cuales egresen profesionales
reconocidos y premiados en el mundo entero.
De esa manera algún día, como
consecuencia de haber puesto todo en su sitio, existirá una marca país de la
cual estaremos orgullosos.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui