Lunes 08 de octubre de 2012
En un
momento en el cual, por razones obvias,
todos los venezolanos estamos sensibles ante los
procesos políticos que generan cambios en las naciones, queremos recordar una figura universalmente
admirada y de referencia imprescindible en el mundo
entero cuando se habla de estos temas: Nelson
Mandela.
El Premio
Nobel de la Paz 1993, que se erigió como símbolo
del perdón más honesto y sincero en respuesta a décadas de atropello contra su persona y su gente, fue la amalgama para que una nación
enfrentada pudiera hacer las paces definitivamente.
El Apartheid
de Suráfrica, la adversa condición de vida que
debió enfrentar este gigantesco héroe junto a los suyos, es apenas una de
tantas lamentables taras que ha padecido -y padece- la humanidad a lo largo de
su historia.
Mandela fue un rebelde, un inconforme. Los poderosos de entonces
hicieron leyes a su medida que este visionario no aceptó. Defendió a su gente,
protestó y se volvió peligroso por lo cual fue encarcelado. Permaneció
encerrado la barbaridad de 27 años. Es increíble que un ser humano que haya
padecido una vivencia tan extrema, pueda haber desterrado el odio de su alma.
Tras las rejas,
se volvió una personalidad, un ícono. El mundo entero siguió con interés su
suerte, presionó por una medida humanitaria a su favor y resultó para su nación
una referencia, más aún que si estuviera libre.
Su salida de la cárcel coincidió
con el quiebre del sistema que lo había encerrado, y salió tan crecido que
alcanzó la primera magistratura de su patria en las primeras elecciones libres
y universales de aquella latitud.
Y ahí fue donde se vio el milagro: Mandela no
odió. Comprendió su responsabilidad de estadista, y más allá de la misma, era
una convicción personal el perdón, el olvido y la reconciliación. Una misión más
grande que cualquier hombre.
Utilizó su gran pasión para sanar
la profunda herida de aquella sociedad. El rugby.
Un deporte que había sido símbolo de segregación, porque solamente podía ser
practicado por los blancos. Un deporte que se
filtró a las clases populares, que lo adoptaron como suyo con pasión y talento.
La visión de Mandela consiguió el
punto de encuentro entre los dos sectores de la fracturada Suráfrica. Y le dio
al gentilicio un propósito común. La misión de llevar a su nación el Mundial de Rugby apasionó a todos, de una manera que no
hubiera sido imaginable muy pocos años atrás.
Esa es la fórmula Mandela: la
perseverancia, la tenacidad, el compromiso con los principios, inflexibilidad
ante las distracciones del camino. El perdón, la integración, el acercamiento,
la identificación de lo que une, de los propósitos comunes, de lo que hermana.
En el caso que hemos relatado hoy fue el rugby; pero cada comunidad, cada
colectivo, puede identificar tanto lo que los une como lo que los separa. Es
responsabilidad del liderazgo consciente apuntalar lo que lunes.
No es fácil, no es común ver a un hombre
como Nelson Mandela por el mundo. Sin embargo, existe y está ahí como referencia, no
solamente para dirigentes y personas con
responsabilidades de conducción de colectivos, sino también para cada ser
humano, porque los países grandes son la suma de la grandeza de cada uno de sus ciudadanos.
Y la alta talla ética y moral de los líderes inspira a sus seguidores. Es una tarea para ellos hacer lo imposible por alcanzarla.
*Candidato a Alcalde de
Baruta por la Unidad
*Twitter: DavidUzcategui