Lunes 27 de agosto de 2012
Dicen que la
historia se repite dos veces, la primera
como tragedia, la segunda como sátira. El empeño de este gobierno por reflotar doctrinas vencidas, ya superadas
en otras latitudes del planeta, lo conduce a ser
un mal remedo de
sus añejos ídolos.
Regímenes que fueron verdaderas
desgracias para la humanidad, y que ya son agua pasada –excepto el
artificialmente prolongado castrismo cubano- no pueden ser un patrón serio de
conducta para ningún gobierno del siglo XXI.
Por supuesto, este remedo tardío
deja aún más a la vista las gruesas costuras de un gobierno inorgánico, que
vive de la pretensión, de la fachada, de la ficción fabricada por un poderoso
ministerio de Propaganda con una ilimitada
partida de gastos, que crea apariencias endebles
que no consiguen esconder las tristes realidades
que padecen los venezolanos.
Y un episodio de este tenor fue el
que se vivió el pasado lunes en Guayana, cuando la impecablemente ensayada y
férreamente controlada cadena nacional de radio y televisión se le fue de las
manos al comandante presidente.
El acto, ostentoso e impecablemente
montado. Digno de producción de Hollywood. Escenario imponente y colorido, iluminación
potente, despliegue de costosísima tecnología televisiva de última generación. Y los trabajadores
ocupando el puesto que siempre les toca en este gobierno: de extras. Relleno.
Obligados a aplaudir sin cuestionar las ocurrencias del animador. Como público
de gradas de maratónico sabatino.
Sin embargo,
el show perfecto se fue de control. Qué dirán los asesores
comunicacionales cubanos, tan curtidos en montar
los actos de masas
de Fidel para hacer creer al planeta que, tras 50
años de nefasta gestión, el dictador aún es adorado en la isla. Ni a Hitler, ni a Stalin, ni a
Mao; a ninguno de ellos se le salió de las manos un espectáculo de estas
características.
Tercerizados, sin contrato
colectivo, a la deriva de los vaivenes de una empresa otrora ejemplar que, tras
ser nacionalizada cayó en un agujero negro, los trabajadores de Guayana
reclamaron sus derechos. Y lo hicieron en cadena nacional, desesperados, en
cuenta de que no tendrían otra ocasión de estar frente a un presidente
secuestrado por su propio aparataje de poder, que no se acerca al pueblo porque
tiene miedo, porque no hay nada que hablar con él; excepto cuando vienen
elecciones y se puede perder el privilegio de manejar la mil millonaria renta
petrolera.
Saboteo, conspiración, problemas
técnicos, de todo ha sido alegado para explicar el abrupto final de una cadena
que, de otro modo, quizá hubiera superado sin problemas las 3 o 4 horas. La
única que no fue culpada esta vez fue la pobre iguana,
que debe estar gozando los royalties de tanta fama
en algún paraíso del Caribe.
Sin embargo, uno se pregunta cómo
puede salir del aire una cadena presidencial por una falla técnica. La Asamblea Nacional ha aprobado sumas estratosféricas que
se están invirtiendo en propaganda oficialista, las transmisiones
presidenciales cuentan –literalmente- con verdaderos ejércitos de producción y
con incontables equipos nuevos de última tecnología, los cuales han servido
para las 19 cadenas que totalizan 30 horas de transmisión, desde que comenzó la
campaña el 1º de julio.
No hay manera de que el Presidente salga del aire accidentalmente. Ni con iguanas repotenciadas. Solamente hay una explicación:
se le calló la boca a los trabajadores de Guayana. Y todo el país se dio
cuenta. La historia se repita como sátira de sí misma. Y al circo le crecen los
enanos.
*Candidato de la Unidad
a la Alcaldía de Baruta