Domingo 06 de mayo de 2012
El acto central
oficialista de este recién pasado Día del Trabajador,
se centró en la promulgación de la Ley Orgánica del Trabajo por parte del Presidente de la República. Ley en sí misma rodeada de
puntos débiles y en un marco que no es para celebrar.
Lo primero que llama la atención es la falta de
consulta con sectores involucrados. Para nada se habla con empresas, con
empleadores, con sindicatos que no sean afectos al gobierno;
lo cual desviste totalmente de pluralidad a una iniciativa que debería ser lo
más colectiva posible.
Esto es particularmente grave si tomamos en cuenta que
esta nueva Ley fue elaborada unilateralmente por el mayor empleador del país, lo cual lo descalifica por ser juez
y parte simultáneamente, sin haber buscado contrapesos en la discusión para que
esta fuera al menos medianamente matizada.
Luego, se implementa todo en un tono punitivo, con la
ya antigua concepción de que trabajador y empleador son enemigos, cuando los tiempos que corren nos han conducido desde hace
rato a una nueva concepción, en la cual ambos son vistos como socios, como
beneficiarios de una relación ganar-ganar, donde debe privar el entendimiento
para conseguir el bienestar común.
Para finalizar –y quizá lo más grave- la tan celebrada
ley se promulga en medio de una realidad nacional francamente sombría para el trabajador venezolano. Si bien el instrumento legal
es pródigo en beneficios, nos preguntamos cuántas
empresas quedan en Venezuela para aplicarlos.
Cuántas había en el pasado, cuántas hay ahora, cuántas habrá mañana si no
cambiamos con urgencia el rumbo del país.
¿Cumplirán las empresas del Estado estos beneficios
para sus trabajadores, si no han sido capaces de
cumplir ni siquiera los previamente estipulados? ¿Podrán los empleados públicos
demandar a su empleador esperando que se haga justicia? Si las cosas siguen
como van, somos pesimistas ante estas interrogantes.
Por supuesto, estamos de parte del mayor número de
beneficios posibles para el trabajador; pero hay una gran verdad: para que una
empresa pueda dar beneficios a su personal, debe ser productiva, y para ser
productiva debe operar en un entorno amigable a
la actividad comercial, el cual no existe actualmente en Venezuela.
Es decir, ante la desacertada conducción del país en
la actualidad, tales beneficios se quedarán en el papel; o simplemente serán
disfrutados por los escasos afortunados que puedan encontrar un empleo estable.
Al entorno amigable para la actividad
productiva que debe crear el gobierno, se debe agregar la educación,
como requisito fundamental para ser competitivos. A tales beneficios se puede
acceder en tanto y en cuanto se tenga un oficio, unos conocimientos, que sean
necesarios para una actividad productiva dada, y por lo cual el patrono
–público o privado- esté dispuesto a pagar, porque esos conocimientos, esas
habilidades, le reportan beneficios a su actividad y así se produce de nuevo el
círculo virtuoso de ganar-ganar: gana el patrono, gana el empleado.
Estamos pues, una vez más colocando el carro delante
de los caballos. No se puede legislar sobre una
actividad maltrecha y deteriorada sin sincerarse y emprender un plan de
reconstrucción, un Plan de Empleo que por cierto
ya fue presentado por el candidato presidencial del Comando
Venezuela.
Sólo generando esos quinientos mil empleos al año,
solamente hablando del Plan de Inversiones tan necesario para generar riqueza,
podemos hablar de beneficios para la masa laboral venezolana.
Porque no se puede repartir lo que no se ha creado. Por suerte, ya conocemos la
fórmula para hacerlo. Sólo resta implementarla.
*Candidato a Alcalde de la Unidad por Baruta
Twitter: DavidUzcategui