DAVID UZCÁTEGUI | Concejal de Baruta Lunes 05 de diciembre de 2011
La cumbre que formalizará el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ha puesto de cabeza la vida caraqueña y la opinión pública venezolana.
El enorme despliegue de funcionarios y las estrictas medidas de seguridad –lógicas en un evento de este tipo- se unen al decreto de un día feriado que suena inapropiado en un país que necesita tanto trabajo para superar la adversidad.
Por supuesto que es de aplaudir que seamos anfitriones de un evento regional. Lo incómodo, lo indignante, es la circunstancia que lo rodea. Nos toma en una nación marcada por el deterioro la desidia y el abandono, donde ya es lugar común el comentario del “maquillaje” que se le ha dado a los sectores de la capital que serán vistos por los ilustres invitados. Pura fachada, pura ficción.
Después, resulta también grosero el dispositivo de seguridad a los ojos de una población que debe lidiar con una de las tasas de homicidios más altas del planeta.
Y por si fuera poco, se anuncia que se le entregarán funciones de seguridad a la Guardia del Pueblo, un atípico grupo civil al cual se le otorgan facultades difusas en el marco de la parcialización y politización que marca su origen y razón de ser; en la tradición de agrupaciones similares que han existido en regímenes de muy ingrata recordación.
A esto le agregamos el sesgo político del evento. Sin duda todo encuentro de este tipo es político y para hacer política. Pero nuestro gobierno suele confundir la magnesia con la gimnasia. La política es aplaudida y bienvenida en tanto y en cuanto sirva como un ejercicio de relaciones e influencias que permita elevar el nivel de vida de la población. No es este el caso que nos ocupa.
El ejercicio político del chavismo se reduce a acaparar cuotas particulares de poder, a beneficiar a países amigos –más bien a comprar sus voluntades- y a fabricar enemigos, porque los necesita para mantener su retórica. Que por suerte, como retóricos han sido entendidos los destemplados insultos presidenciales en esas naciones, porque de otra manera, la guerra asimétrica hubiera terminado hace ya rato con nefastos resultados.
En definitiva, estos ejercicios de poder no se dirigen a incrementar la calidad de vida de los venezolanos, sino a inflar egos y a reinventar la rueda. A rescatar las mismas teorías trasnochadas que fracasaron en el siglo pasado y que volverían a fracasar, si es que pudieran ser resucitadas.
No todo es malo. Salvando al descontextualizado anfitrión, a los países participantes los une en mayor o menor grado un cierto nivel de pragmatismo, el cual hace esperar que de estos encuentros salgan resultados más concretos que sueños –o pesadillas- de revolución. Siempre un encuentro político regional es algo que suma. Suma a futuro, cuando podamos estar en una etapa de nuestra historia más sensata y productiva. Suma porque, aunque los funcionarios rojos juren que pueden tapar el sol con un dedo, los ilustres visitantes se darán cuenta de la realidad y no se dejarán deslumbrar por el lujo que el gobierno desplegará para halagarlos.
Se sigue lamentando que solamente se pueda esperar un cariño para la capital en ocasiones como esta y “por donde pasa la reina”. Se lamenta también que la seguridad se despliegue a favor de visitantes extranjeros y no en el día a día de millones de martirizados venezolanos. Se lamenta que el diálogo no sea sencillo y directo, sino que se complique con un discurso inútil.
En síntesis: mucho que aplaudir, mucho que lamentar. Y lo más lamentable es que los venezolanos tengamos que ver la cumbre desde el abismo de nuestra cotidianidad, parafraseando al mandatario aquel que dijo que nos la pasábamos de cumbre en cumbre mientras el mundo andaba de abismo en abismo.
*Presidente del Concejo Municipal de Baruta
*Twitter DavidUzcategui
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