martes, 10 de mayo de 2011

Art. de Opinión: Lo que la inflación se llevó

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DAVID UZCÁTEGUI |  EL UNIVERSAL
martes 3 de mayo de 2011  


Con el aparataje propagandístico y comunicacional que solamente puede permitirse un petrogobierno que no rinde cuentas, el Ejecutivo Nacional anunció con bombos y platillos los aumentos salariales para este año.

Antes de entrar a desmenuzar las cifras del asunto, es imperativo referirse al tono condescendiente, de obsequio, de gracia divina de Su Majestad que se le dio a la ocasión. Tan característico del populismo latinoamericano que se ha repetido una y otra vez en este continente, donde los "descamisados" siguen siendo la excusa perfecta para hacer y deshacer en su nombre, sin jamás resolverles los problemas de fondo, ya que son necesarios como mampara que permita justificar un disparate tras otro.

Ahora veamos: el aumento del salario mínimo es de un 25%, dividido en 15% para el primero de mayo y 10% más el primero de septiembre. Adicionalmente se aumenta 40% a personal universitario y 45% a la escala de empleados públicos.

Y lo primero que nos viene a la mente, es la mentira piadosa que involucra la palabra "aumento". Lo cierto es que la inflación en Venezuela viene superando en promedio el 30% en los últimos años, con lo cual el llamado "aumento" se vuelve sal y agua. Para decirlo claro, la inflación ya se lo comió. El "incremento" del salario mínimo -con suerte- será de -10%.

Adicionalmente se carga a la empresa privada y la administración pública de la responsabilidad de ofrecer beneficios al personal, como los cesta tickets, desde 1 empleado en adelante. Esto no es para nada malo; la cosa es que deberíamos ser una economía próspera, productiva y viento en popa para que sea viable otorgar tales beneficios.

Tales aumentos y reivindicaciones otorgadas por decreto en un país recesivo, lo que hacen es cerrar las posibilidades de empleo a quienes lo necesitan, ya que el sector privado se ve obligado a no reclutar más personal antes que forzarse a cumplir con compromisos que le quedan muy cuesta arriba dado lo que han mermado las ganancias.

Y la administración pública -lamentablemente es así- no tiene empacho en incumplir con sus trabajadores, sin que nadie la sancione por ello. Y entonces vienen las huelgas que han crucificado al país de norte a sur y de este a oeste: de estudiantes, de enfermeros, de obreros, de docentes y paremos de contar.

Si la inflación no fuera tan salvaje, producto de la pésima administración del gobierno actual, tales aumentos serían sencillamente innecesarios. Su implementación es el reconocimiento tácito del gobierno de que la economía se le ha ido de las manos, cuando tenemos una de las mayores inflaciones del mundo, cuando nuestros vecinos del continente no superan un dígito de inflación y cuando tenemos uno de los salarios más bajos de la región si transformamos a dólares, cuenta que es necesaria porque aquí se importa prácticamente todo lo que comemos.

Y por si fuera poco, el aumento inorgánico en las remuneraciones dispara más la inflación. Es un círculo vicioso que no se controla con discursos, ni mucho menos con inventos tan traídos de los cabellos como el llamado socialismo del siglo XXI.

Asistimos pues, al saludo a la bandera de todos los años: compensar a los trabajadores por un aumento de precios que ya se produjo, aumento que no cesa y que, en cosa de pocos meses se comerá una vez más esa compensación. ¿La solución? Orden en el gasto y ser cada vez más productivos. No es lo que tenemos a la vista.

Presidente del Concejo Municipal de Baruta
Twitter: DavidUzcategui

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