Venezuela ha sido en los últimos
días un hervidero de acusaciones a raíz de la salida a la luz pública de
presuntos hechos ilícitos que involucrarían a diputados de la Asamblea
Nacional.
Lo primero que es aconsejable en
estos momentos de tanta confusión, es no precipitarnos en señalamientos y
conclusiones, porque eso simplemente sirve como atizador de la candela y es
poco lo que aporta en lo que nos interesa: esclarecer los hechos. Pero los
reales, y valga la redundancia.
No podemos caer en aportar capas
y capas de suposiciones, que terminan pareciéndose a aquel juego del
telefonito, donde la información ofrecida al principio del juego, iba cambiando
sus elementos a medida que pasaba de boca en boca.
Y no se trata de negar lo que
pueda haber ocurrido, al contrario. Lo ideal sería poder llegar a los hechos
químicamente puros, por decirlo de alguna manera. O al menos, a las versiones
de los implicados, a sus testimonios y sus pruebas, para encauzar una
investigación formal y oficial, que nos pueda arrojar en algún momento una
conclusión aceptable para todos los sectores de nuestra sociedad.
Esta es la manera de sanar
episodios como los que hoy nos ocupan. Y Venezuela pasa por una prueba de fuego
en este sentido en el momento actual. Es comprensible la ira ciudadana. Se ha
perdido de tal manera la fe en las instituciones, que la ciudadanía no muestra
la menor tolerancia en un escenario como el actual. Razones hay de sobra.
Es pues, el momento de demostrar
cuánto de institucionalidad queda en nuestro país. Y creemos que sí, que
existe. Que hay tanto gente como instituciones que valen la pena y que pueden
surgir en medio de esta coyuntura, como referentes.
Por nuestra parte, quisiéramos dejar
testimonio de la fe que tenemos en nuestra actual Asamblea Nacional. El hecho
de que existan cuestionamientos hacia presuntas acciones de individualidades,
no nos puede llevar a dar la espalda al poder más representativo que tenemos
hoy, al más plural y al que más se ha apegado a los hábitos que conforman el
deber ser de un país. La situación, sobra decirlo, no es fácil. Y no es que
esto sea una excusa, pero no podemos perder de vista el adverso entorno en el
que se desenvuelve nuestro día a día desde hace años.
Esto no quita para nada que la
presión ciudadana deba ejercerse para que haya respuestas concretas a los
señalamientos.
De hecho, si algo hay que
reivindicar en medio de este trance, es el accionar de periodistas y medios de
comunicación. Por suerte, el periodismo venezolano no se ha perdido. A pesar de
estar arrinconado, sigue dando muertas de profesionalismo y sin duda el aporte
brindado por ellos en este escenario, es una pieza clave del rompecabezas al
cual apenas nos comenzamos a enfrentar.
Lo segundo que se debe tener en
cuenta en estos casos, es que hay que dejar el espacio para que las
investigaciones sigan sus canales regulares y adecuados.
El parlamento nacional ha
anunciado que se pondrá en marcha una pesquisa que contará con la participación
y veeduría de Organizaciones No Gubernamentales, colegios profesionales, medios
y periodistas independientes. Es lo que toca hacer en este momento.
Tenemos la certeza de que, entre
quienes estén a cargo de esta investigación, hay venezolanos que miden la
trascendencia de este instante, en el cual la confianza de una nación se puede
ganar o perder, según el modo en que ellos accionen. Apostamos a que harán lo
que esté en sus manos por estar a la altura del compromiso. La presión de la
gente se puede sentir, y eso es un compromiso demasiado grande en este momento.
En tercer lugar, nos parece
lamentable este torneo de contra acusaciones, lo cual demuestra cuánto ha
decaído el tono del debate político en Venezuela.
La falta de foco sobre cuál es el
meollo de esta situación, la inclusión en la conversación de elementos que no
viene al caso, el tono y el modo de decir las cosas, además del vocabulario en
sí mismo, dejan mucho que desear y obligan a hacer un llamado para replantearse
la función pública en un país que ha sido duramente golpeado en los últimos
tiempos y que, justamente por eso, exige de su clase política ejemplos en todo
sentido, con el fin de no terminar de perder el norte.
Para cerrar, no quisimos evitar
caer en la tentación de recordar aquella famosa frase atribuida a los tiempos
del Imperio Romano: “La mujer del César no solamente debe ser decente, sino
también parecerlo”.
Todo funcionario debe, no
solamente accionar con la transparencia y honestidad que se espera de él; sino
también guardar las formas y la compostura que deberían ser inherentes a su
cargo.
Parece un lugar común, pero a la
luz de lo que hoy vivimos, es urgente recordar esa recurrida frase. Hoy sí
tiene sentido.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui