Durante dos décadas, el malo de
este cuento había sido el dólar. Para quienes han gobernado todos estos años,
era la semilla de todo lo que consideran malo.
Pero un buen día, nos levantamos
con un giro inesperado. Ahora el dólar es buena gente. Es chévere, es
bienvenido, es la salvación. Es el soldado que llega a rescatar al rehén en las
películas gringas y nos brinda el deseado final feliz.
Lo primero que tocaba hacer ese
día era chequear el almanaque, no fuera 28 de diciembre y hubiéramos caído por
inocentes. Pero no, era en serio. Si es que la palabra seriedad puede tener
algún significado en el país que padecemos.
Nos ha tocado leer por estos días
titulares como “El fenómeno surgió por la autorregulación necesaria de la
economía venezolana”, “Actúa como una válvula de escape”, “Aporta a la
recuperación y despliegue de las fuerzas productivas”. Lo dicen los mismos que
hasta la semana pasada perseguían y criminalizaban a la moneda de George
Washington.
Para quienes se hayan perdido en
esta historia, tenemos que echar un poco para atrás. Sí, en algún momento, la
solidez de la economía venezolana generó que el precio de la divisa
estadounidense se mantuviera estable en nuestro país por décadas, sin
intervención ni regulación alguna del Estado.
Fueron los tiempos del famoso y
añorado dólar a 4,30 bolívares. Muchos no lo conocieron, porque llegó hasta el
18 de febrero de 1983, el tristemente célebre “Viernes Negro”, que acabó con
aquella ilusión de estabilidad.
Desde aquel día, la moneda
norteamericana inició su camino cuesta arriba, generando en el trayecto dos
controles de cambio, los cuales fueron temporales ya que tenían el objetivo de
estabilizarla en momentos cuando su ascenso se hacía más pronunciado.
Y ya, desde aquel momento, unos
controles cambiarios que se implementaron temporalmente demostraron los
peligros colaterales que traen. Distorsión en los mercados, nerviosismo y un
comportamiento que al final confirma que es peor el remedio que la enfermedad.
Sin embargo, en enero 2003,
cuando el dólar había acumulado un alza significativa en cuatro años, se
implantó el más estricto y prolongado control de divisas que haya conocido
nuestro país. Irónicamente, se dijo que en principio sería solamente
implementado por cinco días.
Los efectos ya los hemos
conocido: burocracia, ralentización de la economía, cotizaciones alternativas
de la moneda referencial extranjera, imposibilidad de acceder a bienes y
servicios, además de la utilización del acceso a la moneda preferecial como
sistema de castigos y recompensas.
Con todo esto, se logra la
creación de un clima de nerviosismo que termina por hacer que la gente se
cuestione la razón del control cambiario y llegue a una conclusión: es mejor
refugiarse en la divisa fuerte. Por algo todo el mundo lo hace alrededor del
planeta, y muy especialmente en las economías con rasgos inestables.
Conclusión: una vez más el
control de las transacciones en divisas conduce exactamente a lo opuesto de lo
que busca.
Y el hecho de que la política
cambiaria no logró su objetivo, lo confirmó la prolongación del mismo control
de cambio, que se ha quedado por más de década y media.
Algo insólito e impensable,
especialmente porque se supone que este tipo de medidas son temporales y
solamente se implementan con el propósito de atajar una situación coyuntural.
Su extensión en el tiempo demuestra que jamás se logró contener dicha situación.
Pero a esto hay que sumar más. En
2008, cuando el dólar superaba los 6.000 bolívares antiguos y acumulaba una
subida del 910%, se retiraron tres ceros a la moneda, y se le rebautizó como
"bolívar fuerte". Una acción que demostró que el control cambiario,
implementado cinco años antes, poco había hecho por la economía nacional.
Es así como nace el bolívar
soberano, una confirmación de aquella máxima que reza: “Si siempre haces lo que
siempre has hecho, siempre obtendrás lo que siempre has obtenido”.
La repetición de la reconversión
monetaria sin tomar con anterioridad radicales medidas de fondo para sanear la
economía, estaba condenada a ser inútil. Y más allá de eso, a serlo en un lapso
mucho más breve que el anterior intento.
La segunda reconversión
reconfirmó que no se pudo domesticar al rebelde dólar. Ahora, hay que rendirse
al enemigo, hay que reconocer que ganó y aplicar aquella famosa frase de “Si no
puedes vencerlo, únete”.
Para decirlo en pocas palabras,
todo mercado busca viabilidad. Las políticas que debilitaron al bolívar, unidas
al hostigamiento a la producción privada, hicieron inviable la estabilidad de
nuestra moneda.
La realidad nos demuestra que las
leyes de la economía buscan su cauce y que el ignorarlas, solamente lleva a empeorar
la situación. Ojalá se tome nota de la lección para ocasiones futuras.
David Uzcátegui
Twitter:@DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui