Entre las contradicciones que se
registran a lo interno del gobierno madurista –y que se hacen visibles a todos
desde afuera– sin duda una de las más interesantes es la voluble relación con
la Organización de Estados Americanos.
Y es que los desencuentros entre
los personeros de dicha administración y la institución mencionada, son de muy
vieja data. Tanto es así, que los funcionarios rojos lanzaron a los cuatro
vientos su decisión de hacer que Venezuela abandonara el organismo.
Sin embargo, de un tiempo para
acá, han considerado nuevamente este foro como un escenario para exponer sus
puntos de vista y más aún: para debatir con sus oponentes y luchar por
conseguir legitimidad para su proyecto político.
¿Pero cuándo comenzó este
rifirrafe?
Podemos encontrar antecedentes
interesantes hace ya una década, cuando la agencia de noticias alemana DPA,
señala en un despacho fechado el 9 mayo de 2009 que “El presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, dijo este sábado que su gobierno podría retirarse de la
Organización de Estados Americanos (OEA), luego de cuestionar un informe de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que denunció la persecución
del disenso político en el país”.
Las declaraciones del entonces
presidente de la República, recogidas en aquella oportunidad, decían: “Bien y
entonces hay que preguntarse: ¿Para qué la OEA? Venezuela pudiera salirse de la
OEA y crear o convocar a los pueblos de este continente a que nos liberemos de
esos viejos instrumentos y a que formemos una organización de pueblos de
América Latina, de pueblos libres”.
Añadió, siempre según la misma
fuente, que “el líder cubano Fidel Castro tiene razón cuando afirma que ese
órgano de la OEA forma parte de la ‘burocracia imperial”.
La Cancillería venezolana dijo en
aquel momento que, a partir de 1999, con el inicio del "gobierno
independiente y soberano del presidente Chávez, la comisión ha procesado más de
150 casos, sin metodología fundamentada en la objetividad y
transparencia".
Señaló también que la CIDH tenía
para aquel entonces seis años relegando a Venezuela a la categoría de
"Estados que por diversas razones enfrentan situaciones que afectan seria
y gravemente el goce y disfrute de los derechos fundamentales, consagrados en
la Convención Americana", a pesar de "no haber logrado comprobar
violación alguna".
La CIDH dijo en un informe que
las prácticas en materia de derechos humanos en Venezuela merecían
"especial atención", al igual que Colombia, Haití y Cuba.
Y esa fue la chispa que encendió
la pradera.
Aunque, como vemos, desde el
mismo momento en que se inicia el llamado gobierno revolucionario, ya hubo
desencuentros con la institución.
Para el 26 de febrero de 2010, el
diario El país de España tituló: “Chávez ordena la salida de Venezuela de la
CIDH”.
Es el 28 de abril de 2017, cuando
finalmente BBC Mundo reseña: “El gobierno de Venezuela cumplió este viernes con
lo anunciado y presentó su carta de renuncia a la Organización de Estados
Americanos (OEA)”.
Y continúa: “La representante de
Venezuela ante la OEA, Carmen Velásquez, entregó al secretario general, Luis
Almagro, el documento por el que Caracas denuncia la Carta de la OEA,
formalizando así su solicitud de salirse del ente multilateral”.
La misma nota asegura que,
“durante un acto en el Palacio de Miraflores en Caracas, el presidente de
Venezuela, Nicolás Maduro, habría dicho: ‘¡Somos libres de la OEA y más nunca
volveremos!".
Sin embargo, volvieron.
Hay que aclarar que se trata del
primer caso en el que un Estado miembro solicita su retiro y que se debe
transitar un engorroso proceso que, hasta el día de hoy, no ha sido completado.
Pero sorpresivamente, el
embajador ante esa instancia, Samuel Moncada ha vuelto a ocupar su silla para
exponer los argumentos del gobierno al cual representa, y asegura que no dejará
la tribuna, a menos que se obtengan los 24 votos de miembros que son necesarios
para excluir a un país de la OEA.
Esta afirmación, y en general las
de las últimas semanas, contradicen a las que se habían venido registrando, que
daban por malo todo lo que viniera del organismo.
El asunto es que parece haberse
entendido la caja de resonancia que es la institución en caso de necesitarse la
exposición de argumentos para dirimir conflictos.
Pero cuando se emprenden este
tipo de acciones, hay que medir lo bueno y lo malo de las mismas. No es posible
tener OEA cuando convenga y no tenerla cuando el resultado sea adverso.
El ejercicio de la diplomacia
–así como el de la justicia– requiere congruencia y coherencia, pero, sobre
todo, conciliación y paz. Y tener como norte el entendimiento entre adversos y
diversos.
En todo caso, es bueno que de una
forma o de otra, se reconozca el valor que tiene esta instancia en el actual
momento venezolano.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui