viernes, 6 de julio de 2018

“Los inmigrantes”

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“Los inmigrantes” es el título de un cuento de Rómulo Gallegos, nuestro escritor más emblemático y ex Presidente de la República. En él se relata cómo dos recién llegados a Venezuela progresan, trabajando a brazo partido. Fundan familias, se arraigan y crecen junto con el país.

Este sería por supuesto, el ideal de todo inmigrante. “El sueño venezolano” lo podríamos llamar, por aquellos tiempos en los cuales éramos receptores de refugiados de todas las tierras del mundo. Se integraban, se hacían nuestros y procuraban bienestar para sus hijos, para sus descendientes.

Hoy el panorama ha cambiado radicalmente. Nuestros ciudadanos contribuyen a la ola de emigrantes que buscan seguridad en el mundo entero. Una ola creciente, que pone en aprietos a los destinos soñados por muchos, que ya se desbordan con tanta gente que huye de la adversidad y de la falta de oportunidades.

Esto lo acabamos de ver recientemente en Alemania, cuando la intensa crisis de inmigrantes hizo tambalear al poderoso gobierno de Angela Merkel, quizá la mujer más imbatible de la historia europea, junto a la británica Margaret Tatcher.

Y lo mas insólito es que este cataclismo no fue causado en modo alguno por la administración de ella o por alguna causa intrínseca al país. No.

Se trató de las masas humanas que buscan llegar como sea al país más apetecido de Europa, desde Africa y el Medio Oriente. Esto, sin contar con los inmigrantes de su propio continente, que ven en la prosperdad, solidez y estabilidad alemana su propio ideal de bienestar y progreso, ante carencias en sus propias naciones, las cuales jamás se podrán comparar a otras que están en verdadera desgracia; pero es que nadie puede renunciar a su legítimo deseo de calidad de vida.

El ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, líder de la Unión Social Cristiana (CSU, por sus siglas en alemán), seguirá en su cargo tras alcanzar un acuerdo con la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus iniciales en alemán) de Merkel que, según dijo, frenaría la inmigración ilegal.

La disputa había puesto al gobierno de Merkel al borde del colapso y fue resuelta. Pero el capital político de la dama que domina la política europea desde hace más de 13 años parece disminuido, generando dudas sobre si culminará su mandato. Porque el poder, aún el más robusto, se desgasta. Y todo líder sabe que en algún momento, debe negociar y establecer coaliciones para sustentar la legitimidad y viabilidad de su mandato. Aún si su nombre es Angela Merkel.

Bajo el acuerdo alcanzado, los inmigrantes que ya han solicitado asilo en otros países de la Unión Europea serán retenidos en centros de tránsito en la frontera mientras Alemania negocia sus retornos.

Hasta ahora, los migrantes que solicitan asilo al llegar a Alemania eran repartidos por todo el país hasta que se examinaran sus casos. El nuevo acuerdo pone fin a la generosa política de acogida de migrantes en Alemania. Una pésima y lamentable noticia, pero la realidad es la que manda. Ronda al mundo entero la dicotomía entre naciones fallidas, que no pueden cuidar de sus propios hijos; y otras tantas en las que se puede vivir de un empleo, se puede tener acceso a medicinas, comida, salud, seguridad y educación.


El panorama es lamentable. Aquí, en nuestro continente, vemos cómo miles de centroamericanos huyen de la pobreza y la violencia de sus tierras, amontonándose en las entradas hacia Estados Unidos y provocando otra crisis migratoria.

Raya en la utopía el pensar que todas las naciones deberían erradicar miseria y delincuencia, sanearse y convertirse en un lugar donde valga le pena quedarse, al cual le puedan apostar no solamente su hijos legítimos, sino los inversionistas de otras partes.

En aquel cuento de Gallegos, los hijos de los dos inmigrantes, nacidos ya en Venezuela, se casan y comienzan una nueva familia, esta vez de venezolanos que se arraigan aquí, con la perspectiva optimista que nuestro gentilicio podía abrazar en aquellos años y que era la envidia de muchas naciones en desgracia. Hoy ya no es así, dolorosamente.

Sin embargo, seguimos apostando, al menos en nuestro suelo, a que nuestras riquezas se impongan. No solamente las materiales, sino también las espirituales y las del carácter. Esas son las verdaderas y pueden multiplicar por un millón a las otras.

Que algún día no sea necesario irse, que en algún momento sea seductor regresar, que otras nacionalidades tengan que poner nuestro mapa en su ruta, como fue antes y por muchos años, debido a todo lo bueno que aquí se les puede ofrecer.

Y mientras trabajamos por este sueño posible, queda rogar porque esos líderes mundiales tengan sabiduría y compasión. Que manejen con tacto, con la mayor sensibilidad posible, esta crisis de migración que arropa a todo el planeta.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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