viernes, 13 de abril de 2018

“Cuando el petróleo no nos alcance”

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El pasado mes de enero de este año, el diario El Espectador de Colombia tituló reseñando que la “Producción petrolera de Venezuela cayó casi 12% en diciembre”, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo, que es la fuente citada.

La información no sería inquietante si hubiéramos escuchado aquellos consejos de venezolanos que debemos tener muy presentes, como Arturo Uslar Pietri o Juan Pablo Pérez Alfonso. La manoseada frase de “Sembrar el petróleo”, que a muchos pareció tan plausible y que se utiliza cuando conviene; pero que lamentablemente, jamás nadie puso en práctica.

EL hecho es que no solamente no la escuchamos, sino que hoy somos más dependientes que nunca de esa industria. Nos quedamos monoproductores y monoexportadores. Pero lo que jamás se pensó fue en el declive de la productividad de esta industria.

Y para hacer la desgracia completamente redonda, como una tragedia griega, este revés en la principal industria que sustenta al país, se da en momentos en los cuales no podemos echar mano a otro bien nacional.

Por si fuera poco, mientras nosotros nos miramos al ombligo, el mapa petrolero mundial cambia segundo a segundo, y a paso de vencedores. Aparecen nuevos productores, nuevas tecnologías que multiplican la eficiencia de la producción a niveles exponenciales y mucho más allá; mientras de manera paralela el petróleo como fuente energética es sustituida con alternativas como la solar o la eólica. Los carros híbridos y eléctricos ganan terreno de manera impresionante en el mundo entero.

Bien que se dice que es inútil llorar sobre la leche derramada. Pero es que lo que no tiene explicación alguna es el hecho de que Venezuela pase por esto cíclicamente, y vuelva a caer en la misma trampa del inmediatismo sin visión de futuro.

Lo que puede marcar la diferencia en esta oportunidad, es que bien pudiera ser la última vez que vivamos el ciclo.

Como ha sucedido antes en nuestra historia, tuvimos un gran boom petrolero en la década pasada. Y como siempre, obedeció a factores externos, como la invasión a Irak, que disparó a los cielos el precio de los hidrocarburos.

Esa monumental montaña de ingresos ha debido ser aprovechada en educación, en infraestructura. En llenarnos de hospitales, de escuelas, de vías de comunicación. En capacitar personal para la industria turística, en formar docentes, entre tantas otras urgencias. En una palabra: en inversión. Pero no fue así.

Noruega, por ejemplo, llegó mucho más tarde que nosotros a la parranda de la fiesta petrolera. Mientras nosotros ya superamos el siglo de historia en este apartado, los nórdicos apenas llegan a la mitad.

Sin embargo, ellos a punta de ahorro e inversión, ni se enteran de los bajones del mercado petrolero mundial. A nosotros, los predecibles e imaginables altibajos de este negocio, nos afectan casi como una ruleta rusa.

Pero la cosa, insistimos, es que esto va más allá. Ya no se trata de que el petróleo cueste menos. Es, sencillamente, que ahora tenemos menores capacidades para producirlo. Y hasta donde nos alcanza la mirada, no hay Plan B.

Esos fabulosos montos ingresaron, dieron para todo. Hasta para comprar todo lo que consumíamos en el exterior, por solamente dar un ejemplo.  Una conducta que fue como dispararse en el pie, porque hoy no tenemos industria. Y ya no hay divisas suficientes para hacer ese mercado en otras tierras.

En una onda de autocrítica, si algo ha hecho daño a la venezolanidad es ese orgullo por el petróleo. Nos quedamos en lo que ahora se denomina como “la zona de confort”, en un bombeo de pozos que se pensaba iba a ser permanente, algo que se puede entender en la población pero que es una conducta inexcusable para los gobiernos. Para los de antes y para los de ahora. Para todos.

Antes los precios del petróleo iban y venían, con lo cual nuestro sistema económico sufría altas y bajas. Pero ahora es mucho más que eso. Se trata de un cambio en el mercado petrolero mundial, aunado a una merma en las capacidades de nuestra propia industria puertas adentro. En pocas palabras, la tormenta perfecta.

Presumimos de tener las mayores reservas petroleras del mundo, pero sobre este tema cabe una gran pregunta: ¿tenemos la tecnología para extraerlas, procesarlas y comercializarlas? ¿Tenemos al personal calificado? Porque sin estos elementos, dichas reservas no pasan de ser una frase presuntuosa.

Parafraseando al escritor Gabriel García Márquez, ¿se dirige el sistema rentista venezolano hacia una muerte anunciada? Esto debe suceder en algún momento. Si no es por decisión de las autoridades del país, será por el mismo cambio de la dinámica mundial, en la cual no parecemos estar insertados. Sería muy lamentable que ocurriera por la segunda opción. Pero parece ser hacia donde nos dirigimos hoy.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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