sábado, 18 de junio de 2016

“Y ahora, los CLAP”

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David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los Comités Locales de Alimentación y Producción son, según el gobierno, estructuras organizadas a partir de las cuales los Consejos Comunales distribuyen en las comunidades más necesitadas los alimentos a precio regulado.

Suena muy bien… en teoría.

 Pero en la práctica, tiene patas muy cortas.

En primer lugar, porque no hay alimentos que distribuir. Ni se producen, ni se importan. O al menos, no en las cantidades que necesita la población.

Somos muchos quienes, desde tiempo atrás, hemos señalado el grave error de privilegiar la importación de alimentos por encima de la producción nacional, aprovechando los elevados precios del petróleo; los cuales finalmente cayeron –como era de esperarse- y nos enfrentan hoy con un músculo productivo desmantelado.

No se soluciona mucho creando nuevos mecanismos de distribución de la misma escasez. De hecho, los beneficiados por las esperadas bolsas aseguran que la segunda entrega vino bastante menos surtida que la primera. ¿Cómo vendrá la tercera?

Por otro lado, la misma relación negativa entre la oferta de alimento y las necesidades de la gente, presiona la creación de mercados negros, fomenta la corrupción. El fenómeno de los bachaqueros es público, notorio y comunicacional; adicionalmente el mismo gobierno ha participado sobre la captura de empleados de las redes oficiales de expendio de alimentos que trafican con los mismos.

Volvemos a caer en lo comentado líneas atrás: es inútil crear nuevos mecanismos cuando los problemas de fondo no solamente no se solucionan; sino adicionalmente se profundizan. No hay garantía alguna de la efectividad de los CLAP.

Y para colmo, hay un matiz inaceptable en este momento de crisis nacional: el acceso a las publicitadas bolsas de alimentos de los CLAP pasa por instancias políticas y existen señalamientos de los afectados, respecto a la utilización de las mismas como premio o castigo por lealtades al oficialismo.

Por todo esto, los CLAP no han sido más que un mecanismo para sumar nuevas frustraciones a la ya desesperada población venezolana. Y no estamos para eso. El hambre de la gente solamente se combate con producción. Lamentablemente, vamos en el camino contrario.

 
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