David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Los próceres tienen su justo
lugar en la estructura de una sociedad y como tales, sirven para inspirar a la
ciudadanía en los más elevados valores y para motivarnos a actuar en nuestra cotidianidad con una visión que
nos permita crecer como nación.
Antonio José de Sucre, el Gran
Mariscal de Ayacucho, es uno de los protagonistas de nuestra gesta
independentista, no solamente en el territorio nacional, sino en el continente
americano. Fue uno de esos venezolanos que puso por obra uno de nuestros
mayores orgullos patrios: traspasar nuestras fronteras para luchar por la
libertad de otras tierras.
Sin duda, uno de los mayores
riesgos que se corre con los próceres es endiosarlos, porque se les otorgan
cualidades divinas que los alejan de nosotros y los hacen parecer
predestinados; cuando su valor está justamente en haber sido tan humanos como
nosotros, tan de carne y hueso como nosotros y haber pasado sin embargo por
encima de flaquezas y miedos con el fin de alcanzar las metas que los movieron.
Sin embargo, el perfil de Sucre
sí nos habla de un líder muy completo, con sobresalientes dotes militares a la
vez que sensibilidad humana. No por nada fue un hombre de confianza del
Libertador y, dada su refrendada calidad humana, Bolívar exclamó que se había
derramado la sangre de Abel cuando se conoció su asesinato.
¿Por qué no hablamos más de
connacionales como Sucre?
Huérfano a los siete años y desde
muy temprano inscrito en la carrera militar, fue ascendiendo en su oficio con
eficiencia y acierto; se incorpora a las luchas independentistas dando no solo
testimonio de sus capacidades militares de estrategia y responsabilidad, sino
también de una visión de muy largo alcance como humanista y ciudadano.
Fue redactor del Tratado de
Armisticio y Regularización de la Guerra en 1820, como parte del Armisticio
firmado entre Bolívar y Morillo, documento que puso fin a la crueldad de la
Guerra a Muerte, por lo que fue considerado pionero de los derechos humanos.
Actos como este hablan además de
una visión política y de un intelecto que complementa adecuadamente al hombre
de acción para consolidar las victorias y dar paso a la paz, que no otro puede
ser el objetivo de la ingrata y cruel guerra, a la cual se fue porque no
quedaba más remedio.
No solamente lucha en su tierra y
se convierte en pieza clave de la gesta independentista; adicionalmente se
convierte en una pieza clave de la visión de Bolívar que ter mina por darle
independencia a Bolivia, Ecuador y Perú.
La campaña de liberación de
Ecuador tuvo su culminación en la batalla de Pichincha, librada el 24 de mayo
de 1822. Con esta victoria de Sucre, se consolidó la independencia de la Gran
Colombia, se consumó la de Ecuador y quedó el camino listo para la batalla
contra las últimas fuerzas realistas que quedaban en el Perú.
Sucre entró en Lima en 1823,
precediendo a Bolívar. Participó posteriormente junto a él en la batalla de
Junín y, el 9 de diciembre del mismo año, venció al virrey José de la Serna en
Ayacucho, acción que significó el fin del dominio español en el continente
sudamericano. El Parlamento peruano lo nombró Gran Mariscal y General en Jefe
de los Ejércitos.
Entre sus grandes batallas
emblemáticas, se cuentan Pichincha, Junín y Ayacucho, en las cuales demostró no
solamente el elevado conocimiento que poseía de las ciencias y artes militares;
sino también un don natural para el liderazgo y la estrategia.
Un año después, en 1825,
participó en la ocupación del territorio del Alto Perú, que adoptó el nombre de
Bolivia. Su papel se limitó a dar visos de legalidad a un proceso que los
mismos bolivianos ya habían puesto en marcha.
Convocada la Asamblea Deliberante
en Chuquisaca por el Mariscal Sucre, el 9 de julio de 1825, se determinó la
completa independencia del Alto Perú, bajo la forma republicana, por soberana
de sus hijos. Sucre se convirtió en el primer presidente de Bolivia, por dos
años, y desde allí promovió políticas para la liberación de los esclavos y el
reparto de las tierras.
Podemos imaginar cuán “imposible”
lucía hace poco más de dos siglos fundar unas naciones a partir de lo que eran
colonias y más aún, basarlas en principios de republicanismo que eran de gran
avanzada para el momento.
En estos momentos, estamos
urgidos de ejemplos, de inspiración. Nuestros jóvenes están ajenos a muchos de
los venezolanos que alcanzaron metas elevadas a pulso y gracias no solamente a
sus dones sino también a su duro trabajo.
Aquí o en la eternidad Gran
Mariscal, que tu alma, tú gloria y convicción se mantengan intactos en la
historia, como lienzos dorados de una época mejor. Enmarcada por la libertad,
el patriotismo y el sacrificio por un país. Gloria eterna al cumanes y Gran
Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
A los 186 años de su muerte.