miércoles, 23 de septiembre de 2015

“Más excepción”

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David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Tras la polémica medida de cierre de frontera y declaración de estado de excepción, implementada por el gobierno venezolano en municipios del estado Táchira fronterizos con Colombia, la opinión pública nacional ha sido sorprendida con un nuevo paso adelante al respecto, al implementarse también dichas medidas en zonas de Apure y Zulia.

El Estado de Excepción en los municipios Bolívar, Pedro María Ureña, Junín, Capacho Nuevo, Capacho Viejo y Rafael Urdaneta del estado Táchira fue oficializado en gaceta Extraordinaria del 21 de agosto del corriente año por 60 días, un lapso prorrogable según lo determine el Ejecutivo nacional.

Pero dicho estado de excepción fue recientemente extendido a las zonas número 4, 5 6 y 7 de los estados Zulia y Apure, ubicados en la frontera con Colombia. Esto comprende los municipios Jesús Enrique Lossada, Rosario de Perijá, Machique de Perijá y la Cañada de Urdaneta (Zona 4, Zulia), Jesús María Semprún, Catatumbo y Colón (Zona 5, Zulia), zonas 6 (municipio Páez) y 7 (municipios Rómulo Gallegos y Pedro Camejo) en el estado Apure.

Recordemos que el decreto presidencial Nro. 6.194 argumenta que en dichas jurisdicciones “se ha presentado de modo sistemático, inédito, sobrevenido y progresivo una amenaza para el pleno goce y ejercicio de los derechos de los habitantes de la República”. El texto vincula las consecuencias del paramilitarismo, el narcotráfico y el contrabando de extracción.

El Estado de Excepción restringe el tránsito de mercancía y bienes, permite la inspección y revisión por parte de autoridades de los domicilios, lugares de residencia o estadía, prohíbe reuniones públicas, suspende el porte de armas y anuncia el despliegue de la Operación Liberación del Pueblo (OLP).

Asimismo, da potestad al Ministerio de Economía y Finanzas a establecer límites máximos de ingresos o egresos de la moneda venezolana de curso legal en efectivo; también podrá restringir determinadas operaciones y transacciones comerciales o financieras.

Ciertamente, la frontera con nuestro país hermano ha sido un hervidero de irregularidades durante décadas y se hacía necesario tomar acciones para sanearla y ordenarla, no solamente en bien de los venezolanos, sino de la población colombiana que interactúa con Venezuela y también padece numerosas irregularidades.

Lo que nos preguntamos es si las medidas tomadas fueron las correctas.

Desde el punto de vista humano, se han alzado voces a ambos lados de la línea divisoria, al quedar interrumpida su cotidianidad, al haber dejado en el lado contrario algo importante de su vida. Y la respuesta de las autoridades nunca es suficiente para mitigar el desasosiego que estas experiencias disparan.

La creación de la llamada Misión Nueva Frontera de Paz reconoce que allí había que hacer algo grande e importante, y por supuesto nos resulta atractivo el enunciado de paz en un límite que ha visto situaciones francamente dramáticas. Y sí, debería hablarse seriamente de algo nuevo a construirse allí.

Sin embargo, si el edificar un nuevo modo de convivencia en ese lugar implica barrer con “lo viejo” –llamémoslo así- hay que tener mucho cuidado, pues también hay tradiciones y usos que no pueden ser obviados y que deberían ser incorporados a esta nueva propuesta.

Los 2.219 kilómetros de frontera que comparten ambos países, siempre han sido vivos y calientes. Para bien y para mal. Y la acción gruesa que pueda afectar lo bueno que se haya construido, no es deseable para ninguna de las dos naciones.

Los días que han pasado desde que se tomó la medida han obligado a flexibilizar ciertos aspectos extremadamente duros, y esos es digno de aplauso. Y aún falta mucho más por adecuar para no lesionar la convivencia y la cotidianidad de una región tan conflictiva como productiva.

Ante una nueva e inmediata reunión de representantes diplomáticos, esperemos que se pueda avanzar más en soluciones. Lo primero es dialogar y Colombia tiene una gran escuela en asuntos de cancillería.

Los encuentros y las conversaciones previas parecen no mostrar grandes avances, pero la perseverancia terminará por derribar muros, mientras la realidad de lo que se vive en el sitio impone la búsqueda de soluciones. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, escribió en Twitter: "No desistiremos en solución diplomática".

Y no es poca la atención que se ha obtenido de naciones vecinas y organismos regionales. Afortunadamente, existe la conciencia de que debemos funcionar como un todo y sobran las voluntades para ofrecerse como facilitadores y mediadores.

Aunque sea un lugar común, es válido rescatarlo en este momento: al escoger entre muros y puentes, nos quedamos con los últimos.
 
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