viernes, 6 de marzo de 2020

“Las Sanciones”

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La crisis de enfrentamientos entre el autodenominado gobierno revolucionario de Venezuela y los Estados Unidos ha dado una nueva vuelta de tuerca, con la aparición en el escenario de nuevas sanciones por parte del gobierno del norte.

Dentro del reciente paquete, Estados Unidos decidió sancionar a la petrolera rusa Rosneft por operar en Venezuela, según dijo el Departamento del Tesoro del país norteamericano.

La Oficina de Control de Activos Extranjeros sancionó a Rosneft Trading, una filial de la petrolera rusa radicada en Suiza; además de sancionar personalmente al presidente de la filial, Didier Casimiro.

Como parte de estas sanciones, Washington congeló las propiedades e intereses de Rosneft Trading y Didier Casimiro en Estados Unidos o bajo control de ciudadanos estadounidenses, así como las entidades controladas de forma directa o indirecta.

En medio de esta situación, las refinerías de la India Reliance Industries y Nayara Energy, planean dejar de comprar petróleo venezolano desde abril, como medida preventiva para evitar sanciones ante las recurrentes advertencias del gobierno de Donald Trump respecto a los compradores de crudo venezolano.

Adicionalmente, podría ser que la Casa Blanca no renueve la licencia que autoriza a la petrolera norteamericana Chevron operar en el país hasta el 22 de abril. Se les había permitido continuar; pero ahora tendrían que acatar la prohibición que afecta a las demás, según dio a conocer la agencia informativa Bloomberg.

De manera adicional y sorpresiva, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro impuso sanciones contra la aerolínea estatal venezolana, Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos S.A. o Conviasa. El alegato para tomar tal decisión fue que la aerolínea es utilizada como parte de una agenda política.

El corolario ha sido la ampliación del listado de sanciones a individuos, como consecuencia de la turbulenta situación que vivió el poder Legislativo venezolano a inicios de este año 2020.

Vamos a recordar que las mencionadas sanciones comenzaron en el año 2008, dirigidas a individualidades. Una segunda tanda recibió la firma del entonces presidente estadounidense Barack Obama en 2014.

Pero las sanciones económicas aparecen por primera vez en agosto de 2017, bajo el entonces nuevo gobierno de Donald Trump, por lo cual se puede decir que estos hechos han sido una iniciativa bipartidista en Estados Unidos.

También hay que considerar el tenso pulso de China y Rusia con EEUU. Ambas naciones desafían la iniciativa estadounidense, ya que no están dispuestas a perder los jugosos negocios que hacen en nuestras tierras. 

Y los gigantes del planeta se miran mutuamente no solo con respeto, sino con la certeza de que se necesitan unos a otros para su subsistencia y progreso. Venezuela viene a ser en este caso, un actor secundario en el entramado internacional. Difícilmente sea la manzana de la discordia entre ellos.

Defensores del proyecto revolucionario culpan a las mencionadas sanciones del pronunciado y progresivo deterioro de la calidad de vida en Venezuela. Sin embargo, la economía venía mal desde mucho antes. Siendo nuestro país dependiente casi en su exclusividad del petróleo para poder subsistir, la caída abrupta –aunque no tan inesperada– en el precio de esta materia prima y sus derivados a partir del año 2013, fue un torpedo en la línea de flotación de nuestra economía.

Este impacto disipó en un abrir y cerrar de ojos aquella sensación de supuesto bienestar, absolutamente ilusoria, y nos enfrentó duramente con la realidad: nuesta nación había dejado de ser productiva desde hacía un buen rato, básicamente debido a la persecución y criminalización de la iniciativa privada y a la importación de bienes con los generosos subsidios que permitía la alta tenta petrolera. Una situación que se había advertido hasta la saciedad, pero el destino nos alcanzó.

Para cuando las sanciones llegaron, ya Venezuela venía mal desde hace rato. E incluso, hay analistas que dicen que llegaron tarde, en tanto y en cuanto se hubieran hecho sentir si se hubieran dado en tiempos más prósperos. Ya en días de vacas flacas, no hacen mucha diferencia.

En todo caso, sobre la efectividad de estos instrumentos de presión para lograr un viraje en las políticas de una nación que se consideran desacertadas, hay mucha tela que cortar. En Cuba, por ejemplo, no surtieron aún efecto hasta el día de hoy.

Y siempre queda en el aire la pregunta más sensible: ¿cuánto afectan al ciudadano de a pie? Aunque estén dirigidas a entes gubernamentales o a funcionarios en particular, es inevitable, desde nuestro punto de vista, que su rebote permee hacia el resto de la sociedad. Más allá de la realidad que estamos viviendo, son esa clase de noticias que preferiríamos no recibir.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
 
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