Como era de esperarse, el
anunciado coronavirus COVID19 tocó a las puertas de nuestro país. Era
inevitable. En tiempos globales, es lamentablemente muy difícil contener una
amenaza inesperada como esta.
Lo que sí es tremendamente
impactante, es el hecho de la velocidad con la que llegó a estas tierras, sin
duda dado por lo que comentamos en el párrafo anterior. Las comunicaciones hoy
son más veloces que nunca, para bien o para mal.
Y surge la pregunta inevitable:
¿estamos preparados?
La respuesta es sencilla: no, no
lo estamos. Pero en justicia, tenemos que agregar: nadie en el mundo lo está. Y
aún los países que suponíamos mejor preparados para una contingencia de este
calibre, han reaccionado de manera retardada y con desconcierto.
El mundo vive hoy una etapa
distópica de la historia. Una pandemia en tiempos de hiper-comunicación, en los
cuales confiamos ciegamente en los avances científicos, que sin embargo no
parecen tener la velocidad suficiente para contener el avance de este indeseado
invasor.
Vamos a ponerlo en números: al
momento de escribir estas líneas, la página web de Radio Televisión Española
reporta más de 214 mil casos en 163 países. Agrega que los fallecimientos en el
mundo se acercan a los 8 mil, la mayor parte en China e Italia, y la cifra de
recuperados es de casi 82 mil cuando se cerró la nota.
Son, definitivamente, unos
números como para encender las alarmas en todo el orbe. Es una información que
no se puede asumir sino con la más absoluta seriedad.
En Venezuela, como en todas las
latitudes que enfrenta en este mal, se han producido órdenes y contraórdenes,
dudas, angustia y desesperación. Sin embargo, en nuestro país están
definitivamente más marcados los extremos, por las causas que ya sabemos y que
no es el momento de repetir.
Vamos a estar claros y a decirlo
sin tapujos: nuestra nación presenta al día de hoy aristas que nos hacen
especialmente vulnerables. Es quizá el momento más duro en el marco de un país
fracturado y dividido, que no ha encontrado cauce ni salida para dirimir sus
diferencias, las mismas que deben ser puestas hoy a un lado, por la emergencia
que enfrentamos; y que nos obligan a la coordinación, sin renunciar a nuestras
posiciones legítimas ante el contexto en el cual nos arropa esta calamidad
pública.
Y todo esto no nos lleva más que
a afirmar que hoy es el momento de la gente. De la ciudadanía. Aún el más
eficiente de los gobiernos puede hacer muy poco si los ciudadanos no son los
primeros comprometidos en vigilar cada una de las medidas que puedan tomar en
su propia cotidianidad.
Quizá esto lo ilustre bien lo que
ha dicho la Canciller Federal de Alemania, Angela Merkel, en su discurso a sus
ciudadanos: “Esto es serio. Desde la unificación alemana, no, desde la Segunda
Guerra Mundial, no hubo un desafío para nuestro país que dependiera tanto de
nuestra solidaridad conjunta”. Está hablando la reconocida líder de una de las
naciones más robustas y mejor preparadas del mundo, por cierto ha sido también
una de las que mejor ha enfrentado esta contingencia inédita y sin manual de
instrucciones alguno.
No se trata de afirmar que tales o cuales
medidas son buenas o malas porque viene de parte de uno o de otro. No es
momento de ver las fuentes de las instrucciones para decir cuáles sirven o no.
Aquí está mandando la lógica, el sentido común. Y lo primero es protegernos.
Hay que escuchar a los
especialistas de la salud. Hay que seguir a través de los medios de
comunicación disponibles a los voceros de las naciones que han ingresado antes
que nosotros a este túnel sin salida visible. Al menos, ellos saben un poco más
al respecto.
Estas semanas nos han llevado a
conocer las convenciones aceptadas mayoritariamente en el mundo, y que no está
demás repetir. La cuarentena, la distancia social, el frecuente lavado de manos
por al menos 20 segundos, cuidarnos de tocar nuestra cara, extremar la higiene
en nuestro entorno, tomar cuidado de los grupos de mayor riesgo, como adultos
mayores, niños y personas de salud frágil, entre otras precauciones.
Debemos obedecer este manual
además de respetar las medidas tomadas por las autoridades, no simplemente por
un acatamiento, sino también porque sabemos que son lo mejor para todos.
Los consejos que llegan desde
naciones como España o Italia son sencillamente que lo tomemos con toda la
seriedad que sea posible, que ninguna precaución es poca.
Sí, sabemos que no hay a nuestro
alcance los medios para cumplir con todas las recomendaciones que nos llegan a
través de tantos medios. Pero tenemos que hacer todo lo posible por acercarnos
a lo que más se les parezca. Nos toca a cada uno poner de nuestra parte, lo que
esté en las manos hacer. Y es un buen momento para ejercitar la fe. En manos de
Dios estamos.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui