Con la llegada del año 2020,
contamos finalmente con toda la información necesaria para analizar lo que fue
el pasado 2019 en materia económica para Venezuela. Un período sin duda
desquiciado, que nos llevó a situaciones francamente inimaginables. Y lo que es
peor, amenazan con prolongarse y agravarse en el futuro inmediato, ya que las
distorsiones que generaron nuestros problemas siguen presentes y creciendo a
pasos agigantados.
El diputado de la Asamblea
Nacional, Ángel Alvarado informó a nombre de la Comisión de Finanzas del ente
legislativo, que la inflación acumulada durante 2019 fue de 7 mil 374,4%, cifra
igual para la inflación interanual diciembre 2018-diciembre 2019. Mientras
tanto, el pasado mes de diciembre cerró con una inflación de 33,1%.
“Nos mantenemos en una senda de
alta inflación”, fueron las palabras del parlamentario, para sintetizar el
escenario actual de Venezuela, derivado de las cifras del año que recientemente
terminó.
Y no solo eso, hay que subrayar
que nuestro país es, por mucho, el que presenta la inflación más alta del
mundo. Según lo que fueron las proyecciones del Fondo Monetario Internacional
para el año pasado, nos seguían Zimbabue (73,4%), Sudán (49,6%) e Irán, con un
37,2%.
De esta manera, el poder
Legislativo venezolano está supliendo desde el año 2017 información sobre
cifras que deberían ser suministradas por el Banco Central de Venezuela y que
han brillado por su ausencia, quizá por una reticencia a admitir la gravedad de
la situación o porque sencillamente cualquiera se pierde al intentar medir
estos indicadores en nuestro país.
La cámara legislativa elabora el
índice con base en los precios de una cesta de bienes y servicios
representativa del consumo del venezolano, a los que se les asignan unos pesos
relativos, manteniendo la metodología que seguía el Banco Central para elaborar
la Encuesta de Precios.
Para hacernos una idea de lo que
enfrentamos, nos podemos ir a revisar por categorías el comportamiento
inflacionario. Los precios de los alimentos y las bebidas no alcohólicas
aumentaron 45,5% en diciembre, en tanto que los de bebidas alcohólicas y tabaco
subieron 59%, vestido y calzado se incrementó en 39% y hoteles y servicios
subió en 60,2%. En síntesis, en Venezuela es “normal” que cualquier rubro
registre en un mes un incremento de precios superior al aumento total
anualizado de la inflación en cualquiera de los países con más alta tasa
inflacionaria del mundo.
Regresando a la exposición de la
Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, el vocero recalcó la conclusión
más inquietante, y es la profundización de las diferencias sociales que se da
por causa de la inflación.
Y es que, a juicio del
parlamentario, la hiperinflación significa exclusión. Explicó que esto se debe
a que se abre una brecha entre aquellos que tienen bolívares y quienes pueden
acceder a remesas.
Y esto nos abre las puertas a
comentar la otra noticia insólita que cerró el ciclo 2019 en el país: la
dolarización de facto.
Una práctica subterránea pero
conocida por todos, cada vez más creciente, abonada e impulsada por un control
de cambios innecesario y complicado, que terminó por romper las barreras de lo
que era un secreto a voces: la inoperatividad de la moneda nacional, ante una
economía fuera de control, cuya inflación el mismo FMI llegó a calificar de
“incalculable” el año pasado.
Voceros de ciertos sectores
oficiales anunciaron finalmente y para sorpresa de muchos, que el satanizado
dólar era bienvenido a la economía nacional. Sin embargo, se ha dado una
dolarización de hecho, en la cual unos tienen acceso a la preciada moneda
estadounidense y otros no.
Hay quienes reciben remesas de
familiares en el exterior, mientras otros tienen la suerte de poder hacer
trabajos para terceras naciones que pagan sus servicios en divisas, entre otras
fuentes de suministro de esa moneda a la economía nacional.
Sin embargo, para otros, no hay
alternativa al ya devaluado bolívar soberano, que hay que cargar encima en
cantidades enormes para poder adquirir una cantidad ínfima de bienes.
Y todo se debe a que esa
dolarización ha ocurrido sin la tutoría de un gobierno responsable, como se ha
practicado en otras naciones, mediante instrumentos como la caja de conversión.
Aquí, el dólar entró como río en conuco, llevándose por delante todo lo que no
fuera más fuerte que él. Es decir, a prácticamente todos los sectores de la economía
nacional.
En realidad, esa dolarización ha
sido un pañito caliente –otro más– para correr la arruga del cataclismo
prolongado que ha desmantelado las finanzas nacionales, tanto como las
personales y familiares. Pero las cifras que plasman el resultado de haber
dejado la economía a su suerte, están a la vista y no se pueden esconder sus
consecuencias.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui