Los recientes enfrentamientos
entre Irán y Estados Unidos, han escalado la tensión internacional, llegando a
un punto muy álgido; que se ha enfriado en los últimos días, pero que sigue
allí, amenazante y dispuesto a detonar de nuevo en cualquier momento.
Recapitulando en los hechos, todo
comenzó después de que el gobierno estadounidense se retirara en mayo del 2018
del acuerdo nuclear con Irán, y volviera a imponer sanciones a Teherán en
noviembre, tras lo cual la postura diplomática de los asesores presidenciales
de Donald Trump se ha afilado aún más.
Yéndonos aún más atrás, las
tensiones entre ambas naciones iniciaron esta etapa turbulenta en 1979, cuando
el Shah de Irán fue desplazado del poder, para ser sustituido por un régimen
teocrático.
El 4 de noviembre de ese año, un
grupo revolucionario de estudiantes musulmanes respondió a la decisión del
presidente Jimmy Carter de proteger al antiguo Shah ocupando la embajada de
Estados Unidos de Teherán y secuestrando a 52 diplomáticos estadounidenses
durante 444 días. El gobierno de Carter congeló entonces 12 mil millones de
dólares en activos iraníes, algunos de los cuales permanecen suspendidos hoy en
día.
Y es así como el año 2020
amaneció con el recrudecimiento de este lamentable conflicto, que a ratos
permanece latente, mientras en otros momentos lleva hasta el límite al mundo
entero.
Durante las últimas semanas del
2019, un civil estadounidense falleció después de que Irán atacara con misiles
una base iraquí, dejando múltiples miembros del servicio militar de Estados
Unidos.
Esta escalada de tensiones parece
haber llegado a un punto de no retorno con el asesinato del comandante de
inteligencia iraní más importante en la línea de poder del país, el Mayor
General Qassim Suleimani, quien perdió la vida en un ataque con drones
autorizado por el mandatario estadounidense el 3 de enero.
Suleimani era el militar de más
alto rango en Irán y era considerado una figura diplomática sumamente
importante, en especial por su liderazgo en el Cuerpo de Guardias
Revolucionarios Islámicos.
Sin embargo, la tragedia escaló a
niveles inimaginables cuando un avión civil ucraniano, con 176 pasajeros a
bordo fue derribado por dos misiles iraníes de tecnología rusa, al confundirlo
con una nave hostil. Todos los ocupantes fallecieron.
El horror de esta noticia, quizá
nos lleve a la conclusión más cruel que se puede sacar de los conflictos
armados: el dolor cuando el fuego cobra sus inevitables víctimas inocentes.
Y es por ello que muchas voces en
la opinión pública internacional, abogan por una resolución que no implique la
temida confrontación bélica, la cual puede escalar hasta niveles
definitivamente catastróficos.
Por si fuera poco, en el telón de
fondo de esta situación se asoma la mano rusa, proveedor de armas para Irán, en
un peligroso juego que rememora a la guerra fría, muy a pesar de los encuentros
entre Trump y Vladimir Putin, que hubieran sido impensables entre mandatarios
de esas naciones durante los tiempos de la extinta Unión Soviética. Valga por
cierto recordar que, en medio de la complicada geopolítica mundial, Rusia era
–al igual que China– garante del acuerdo nuclear que fue dejado de lado por la
actual administración estadounidense.
Se le llamó Plan Conjunto de
Acción Comprehensiva (JCPOA, por sus siglas en inglés) y fue considerado en
varios estamentos internacionales como un hito en la política exterior del
entonces mandatario de los Estados Unidos, Barack Obama.
Una de las teorías que se escuchan,
apunta a que Estados Unidos no debió abandonar el pacto anti nuclear con Irán,
el cual estaba apuntalado por otras naciones de gran peso en el concierto
internacional, como lo son Francia, Alemania y el Reino Unido.
Sin embargo, el presidente Trump
se justifica: “El acuerdo descansaba en una gigantesca ficción: que un régimen
asesino deseaba solo un programa nuclear pacífico. Si no hacíamos nada, el
mayor patrocinador mundial del terrorismo iba a obtener en poco tiempo la más
peligrosa de las armas”. Un viraje radical, ya que, aunque nunca gustó de ese
acuerdo, incluso había ofrecido defenderlo en el pasado. Lo veía como un
instrumento de control al armamentismo iraní.
¿Tiene la razón o se precipitó al
abandonarlo? Solamente el tiempo lo podrá decir, y sea cual sea la respuesta,
no hay certeza de un buen final para esto que se está desarrollando. La única
esperanza quizá sea la intermediación de estos terceros países que podrían
servir como mediadores en esta peligrosa tensión.
Siempre hay que apostar a la paz;
aunque también es obvio que no se puede desestimar el derecho a la defensa de
quien se pueda ver afectado por un ataque. Un problema de enorme envergadura,
que no puede dejar de capturar la atención del mundo entero.
David Uzcátegui
Twitter: DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui