viernes, 24 de agosto de 2018

“Petrificados”

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En medio de la nueva e incierta etapa que comienza a recorrer la economía venezolana, hay algo que no deja de llamar la atención -y de hacer ruido- no solamente entre quienes siguen los acontecimientos en el país, sino también entre los que nos observan desde afuera. Y es el hecho de que se haya declarado el anclaje de la nueva moneda -el bolívar soberano- al petro.

La vocería oficial ha declarado que "El petro será el mecanismo de anclaje para buscar el equilibrio revaluador de la moneda, del salario y los precios".

Pero, ¿qué es el petro? Se trata de una criptomoneda, un concepto aún bastante reciente en las finanzas mundiales. La que nos ocupa hoy, estaría basada, según lo difundido por el oficialismo durante los últimos meses, en la idea del fallecido presidente Hugo Chávez de crear una moneda respaldada por materias primas.

¿Y qué son las criptomonedas? Porque estamos haciendo reposar la maltrecha economía del país en un concepto nuevo y poco manejado por la ciudadanía.

Las criptomonedas son monedas virtuales. Pueden ser intercambiadas y operadas como cualquier otra divisa tradicional, pero por definición están fuera del control de los gobiernos e instituciones financieras.

Por ello y ya de entrada, el petro rompe con el concepto de la criptomoneda al ser creada por un gobierno. Al menos, así se mueven las grandes divisas digitales que han sido viables hasta el momento, como Bitcoin, Ethereum, Litecoin o Bitcoin Cash.

Las criptomonedas se rigen por las leyes del libre mercado, por la ley de la oferta y la demanda, y no admiten reguladores de este tipo en su desempeño. No pueden intervenir factores políticos ni de otros intereses, que no sean el más puro desempeño financiero de este instrumento de intercambio comercial. Para ponerlo en blanco y negro: son capitalismo puro, sin que el término sea peyorativo.

Otra incertidumbre con respecto al petro, tiene que ver con el hecho de que su valor se amarre al del barril de petróleo, calculándolo al momento a $60, lo cual otorgaría igual valor a la criptomoneda.

Se trata de un acto simbólico, ya que como lo han adelantado los especialistas, no se pueden comprometer, transar ni negociar las reservas con valor que están en el subsuelo venezolano.

Pero es que hay más. No se le puede colocar un valor cierto a estos bienes que están en estado bruto, porque parte de su valor final al ser comerciados, deriva del hecho de ser extraídos, refinados y transportados.

Lógicamente, el petróleo bajo tierra no tiene el mismo valor que el que llega al consumidor final, porque tras este último hay una larga cadena de trabajo, de tecnología y de factores humanos.

Hay otro detalle, que muy bien sabemos los venezolanos, porque lo hemos padecido a lo largo del último siglo de nuestra historia: el precio del petróleo fluctúa. Y vaya que si fluctúa. En las dos últimas décadas lo hemos visto por debajo de los diez dólares y también muy por arriba de los cien. Nunca sabremos el valor exacto de lo que tenemos bajo tierra, hasta que no sea extraído, procesado y comercializado. Mientras se encuentre allá abajo, solamente es optimismo crudo.

Por otro lado, hay factores adicionales que modifican el valor del barril petrolero en el mercado internacional, como lo son la entrada en juego de nuevas naciones productoras y los avances tecnológicos, que permiten optimizar productos petroleros que antes eran prácticamente desechables.

En síntesis, se está aspirando anclar nuestra economía a algo absolutamente incierto y volátil. Un territorio desconocido.

Por si fuera poco, Estados Unidos, una de las más grandes economías del mundo, no reconoce al petro como criptomoneda. Y el mercado mundial suele bailar al ritmo del son estadounidense.

Todo este experimento del petro luce como un acto de rebeldía frente a anclajes más tradicionales y sólidos de la moneda de un país, como lo son el patrón oro y las reservas internacionales.

Creemos que no es para nada conveniente la experimentación con estas nuevas alternativas económicas en el marco de una situación nacional que exige más bien medidas de primeros auxilios y no se presta para ponerse demasiado creativos, ya que simplemente no hay el músculo para soportarlo.

Justamente, el anclaje de las monedas virtuales debe ser su confiabilidad y credibilidad a los ojos del mercado. Y no se puede negar que en algún momento pueda suceder que algún gobierno emita una exitosamente, aunque según los expertos esto no es posible. Sin embargo, no creemos que sea una nación tan golpeada como la Venezuela de estos tiempos, la que pueda lanzarse en una apuesta tan revolucionaria como esta.

Mientras tanto, los venezolanos seguimos desconcertados ante las vueltas insólitas de nuestra economía. Seguimos petrificados.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

 
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