David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Los venezolanos amanecemos con el país más
dividido que nunca. Con una Asamblea Nacional Constituyente realizada de una
manera distinta a la establecida en la Carta Magna vigente, y que no tiene nada
que ver con la que se celebrara en 1999, que es la referencia jurídica para
cualquier otra iniciativa similar.
Nuestro
parlamento, electo masivamente en los comicios de diciembre de 2015, ha sido
desplazado y se intenta minimizar su capacidad de acción.
Igualmente, se
emprenden acciones legales contra alcaldes electos democráticamente y se sigue
buscando reducir por cualquier método cada eco de disidencia, de pensar
distinto.
En medio de
este escenario, nos preguntamos: ¿Piensa hacer algo la Asamblea Nacional
Constituyente por el bienestar de los venezolanos?
Porque, en
medio de la diatriba que nos ha consumido en las últimas semanas, los precios
siguen disparados, y la calidad de vida se hace sal y agua. El empleo no se
recupera, la economía se mueve en cámara lenta, no se visualiza una solución a
la situación de las medicinas y los pañitos calientes inventados desde el poder
Ejecutivo están muy lejos de ser suficientes.
La
confrontación, la descalificación al contrario, el insistir en montar dos
Venezuelas paralelas, espantan la confianza de los actores económicos
nacionales e internacionales.
Dentro de lo poco
que hemos podido ver y escuchar en las escasas sesiones del cuestionado cuerpo
legislativo, no hay novedad alguna respecto a sintonizar con las urgencias
nacionales.
Hasta el
momento, priva el discurso ideológico y político; con términos y frases escuchadas
una y mil veces durante los casi veinte años que el oficialismo acumula en el
poder, cuatro períodos presidenciales, si recordamos cuando estos duraban cinco
años.
Imperialismo,
oligarquía, guerra. Palabras que se han pronunciado hasta el cansancio y que
nada solucionan mientras nos deslizamos por la pendiente de la tragedia
colectiva.
Las
acusaciones a las potencias extranjeras tampoco faltaron, así como falsas invocaciones
a la verdad y la paz.
Propuestas
sobre qué hacer con la economía nacional, brillan por su ausencia. No hay por
el horizonte promesa alguna de diversificar la economía, de devolver a la
industria petrolera nacional su brillo, mientras se preparan cuadros humanos
calificados en sectores como la agricultura y el turismo, por nombrar solamente
dos de las fuerzas potenciales de Venezuela.
Tampoco hay
acercamiento alguno del gobierno con los sectores productivos privados, que han
sido puestos al margen desde hace años, gracias a la perniciosa combinación de
los elevados precios petroleros –que ya desaparecieron- con la soberbia que
inyectaron postulados ideológicos anacrónicos y que ya se encuentran fuera de
consideración en el resto del planeta.
En paralelo,
se insiste en el encompinchamiento con países que puedan tener alguna afinidad
ideológica, pero que no son los más prósperos ni tienen mayores aportes que
hacer en cuanto a tecnología y conocimientos, el equivalente a lanzarnos en una
piscina con una roca amarrada a los pies.
La realidad de
la Venezuela de hoy es muy distinta a la de hace una década, y la prepotencia
escudada en la bonanza de PDVSA, está totalmente caduca.
Esto, sin
tener en cuenta que ni siquiera sabemos qué terreno pisamos en este aspecto, ya
que el seguimiento de los indicadores económicos por parte de los entes
oficiales responsables del asunto, se ha convertido en un hecho irregular de un
tiempo para acá, impidiendo tanto al gobierno como a los particulares una
planificación adecuada de sus actividades en el área.
¿Dónde está la
educación? Pero la educación verdadera, no la ideologización. La creación de
venezolanos críticos y autónomos, con criterio para opinar, para discernir,
para aportar ideas y propuestas que nos hagan un mejor país.
En el grueso
listado de problemas que confronta la Venezuela actual para ser viable, se
encuentra el hecho de que la economía de un país no obedece a órdenes ni a
decretos. Es un arte y una ciencia que se debe manejar con ingenio, sensatez y
sensibilidad, no a dedazos ni mucho menos a gritos.
¿Se habrá
planteado esta peculiar ANC restablecer la disciplina fiscal, el orden en el
gasto público, el control del endeudamiento? Porque fueron aquellos vientos los
causantes de estas tempestades.
Nada de esto
se logra con partidarios sumisos, que tomen como santa palabra la voluntad
emanada desde las alturas del poder.
Lamentablemente
parece que esta ANC, impuesta tan a contrapelo, no trae más que la retórica que
ya nos sabemos de memoria y que no solamente no ha podido solucionar nada en
años y más años de ser repetida, sino que ha acompañado, como música de fondo,
al deterioro nacional que todos sentimos en las calles y en nuestras casas.