Con motivo de celebrar sus 62
años de existencia, la prestigiosa institución educativa Fe y Alegría dio a
conocer un preocupante informe, en el cual destaca el alarmante incremento de
la deserción escolar en Venezuela.
Vale acotar que Fe y Alegría se
crea el 5 de marzo de 1955, como un movimiento de educación popular integral,
promoción social, e inclusión, que con el paso de los años se ha convertido en
un modelo educativo venezolano de elevada cobertura, capaz de traspasar
fronteras.
Esta emblemática estructura
formativa ha perdido 2 mil alumnos en un año. Noely Aguilar, directora de la
red, relató que la mayor deserción es la de adolescentes entre 13 y 16 años,
quienes abandonan sus estudios para buscar trabajo. Además, de la planta de
10.000 profesores, 20% renunció. Por ello, y ante la angustia que genera esta
realidad, el lema de Fe y Alegría al día de hoy es “Ni uno menos”.
Tan desolador panorama es sin
duda extrapolable a todo lo que es el
universo de la niñez, la adolescencia y la juventud en Venezuela al día de hoy;
y muy particularmente, lo que es su panorama formativo.
No se trata ya nada más de
enfrentar un presente lleno de escollos y complicaciones: se trata –y esto es
lo más grave- de un mañana embargado, porque la realidad del día a día,
confisca también el derecho a estudiar,
a formarse y a trabajar por un futuro mejor.
¿Qué se puede esperar para el
porvenir de un país que obliga a sus menores a echarse a la calle a buscar un
trabajo para subsistir, cuando debería garantizarle los medios de vida que le
permitan prepararse?
Porque tras esto hay una realidad
demoledora: el ingreso de los padres de familia no alcanza para sostener un
hogar, ni siquiera si la madre trabaja también.
La deserción escolar suena el
campanazo de alarma: estamos en niveles de la más elemental supervivencia.
Estudiar parece ser un lujo que cada vez menos niños, niñas y adolescentes se
pueden dar.
Y la otra cara de la moneda es el
abandono de las aulas por parte de los docentes, sometidos a remuneraciones
vergonzosas, que colocan en niveles de desprecio a una profesión que es de las
más prestigiosas y cuidadas por la sociedad en muchas otras latitudes.
Que nuestros profesores tengan
que ser incluso hasta “bachaqueros” para poder sostener sus hogares, es otro
llamado de atención sobre cuán profundo es el deterioro de la sociedad en estos
tiempos de autodenominada revolución.
El sistema educativo venezolano
se desmantela bajo la indiferencia de las autoridades que deberían velar por
robustecerlo. Esa misma indiferencia que no mueve un dedo por solucionar
penurias como la escasez de alientos y medicinas, o la delincuencia desatada,
males que diezman a los venezolanos sin que nadie asuma responsabilidad alguna.
El asunto es que ya no solamente
nos preocupa nuestro hoy, sino también nuestro mañana. Que a fuerza de poner
complicado el día a día, no hay ya manera de pensar en un futuro, ni mucho
menos de trabajar por él.
¿Hay planificación? ¿Existe?
Porque parece que el “como vaya viniendo vamos viendo” como manera de gobernar,
ha terminado por permear a todos los sectores de la sociedad, incluyendo al que
debería ser más celosamente preservado de la “tierra arrasada” que hoy vivimos:
los más pequeños.
Esos mismos que hoy vemos
formados en las colas para conseguir alimento, porque sus padres deben trabajar
para poder pagarlos, o incluso, quizá se encuentren en otra cola con el mismo
fin. Y por ello no están en el lugar que les corresponde: el aula.
Decía Rómulo Gallegos, nuestro
novelista, educador y político: “La obra fundamental del Estado es la
educación. Gobernar es educar”. Desde nuestro punto de vista esta es la
fórmula. La prioridad de quienes administran la nación debe ser cuidar y
expandir el sistema educativo. Hacer lo contrario, o simplemente dejar de
hacer, es crimen de lesa patria.
Otro destacado docente criollo,
Luis Beltrán Prieto Figueroa, sentenció, en 1948, desde su puesto de ministro
de Educación: “Formar al hombre en la plenitud de sus atributos físicos y
morales, ubicado perfectamente en su medio y en su tiempo como factor positivo
del trabajo de la comunidad, tiene que ser la meta de un sistema educativo
moderno.”
Es lamentable que el empeño de
construir una nueva historia, hecha a la medida de conveniencias pasajeras y no
de la trascendencia de la nación, nos haya hecho perder el acceso a las
valiosas ideas de estos docentes que se atrevieron a tomar el riesgo y la
aventura de la política, movidos por la pasión que les despertaba la
posibilidad de un mejor país.
El desmantelamiento de la
educación por la simple omisión de cuidarla, parece la condena definitiva de
Venezuela. Ya no hay presente ni hay futuro si seguimos por este rumbo.
David Uzcátegui
@DavidUzcategui