Se dice que los venezolanos
padecemos de mala memoria. Es una afirmación generalizada y facilista, que
puede abrir una compleja y necesaria discusión. Desde nuestro punto de vista,
la enorme cantidad de acontecimientos desde que se inició -hace casi dos décadas-
la autodenominada revolución, desbordaría hasta a la más afinada de las
memorias.
Sin embargo, hay quienes sí
aplican adrede eso que se llama la “memoria selectiva”. Recuerdan solamente lo
que les conviene y olvidan lo que les estorba. Este es el caso de lo que
sucedió en la reciente Memoria y Cuenta del primer mandatario nacional.
Y antes de entrar en la materia,
hay que pasar la vista sobre ciertas particularidades. La primera de ellas es
que, obviamente, la mencionada alocución no se presentó ante la Asamblea
Nacional, la cual es no solamente su escenario natural, sino obligado por la
ley.
Sin embargo, se alegó el
insólito, aunque ya manoseado argumento de que el parlamento se encuentra en
desacato. Lejos está el Ejecutivo de tener intención alguna de diálogo y de
conciliación, lo cual es el deber ser de cualquier gobernante que desee la
tranquilidad y el bienestar de su patria.
Lo dicho anteriormente se agrava
si, como bien sabemos, el legislativo es el poder que ha ido a urnas comiciales
más recientemente y por tanto, representa más certeramente el sentir popular.
En su variopinta composición se retrata la diversidad del país; pero hay algo
que el oficialismo no traga. Nos referimos al hecho de que la representación
parlamentaria sea mayoritariamente adversa a quienes hoy mandan. Sin embargo,
esa es la realidad y no aceptarlo, descubre un muy escaso espíritu democrático.
Lo segundo a resaltar, es que,
como es habitual, la extensión del discurso fue extremadamente larga, superando
las cuatro horas. La ineficiencia en comunicar contenidos concretos por parte
de voceros del gobierno, convirtiendo cualquier alocución en un maratónico
espacio televisivo, también puede denotar una falta de memoria que se intenta
suplir con un discurso prefabricado que no aporta nada útil, y mucho menos
respuestas o soluciones.
Sin más que agregar, entremos en
la desmemoria. Una de las más resaltantes afirmaciones del mandatario fue su
supuesta inclinación al diálogo. Sin embargo, el solo hecho de descalificar de
palabra y acción al legislativo nos da cuenta de que la conexión entre palabras
y acciones es sencillamente nula.
Luego, la memoria selectiva
eligió seguir atacando al ya saliente presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, prorrogar la vigencia del polémico billete de cien bolívares, nuevo
decreto de emergencia económica, nuevas alusiones al a guerra económica, nuevas
promesas de intentar presionar al alza el precio del petróleo, unidas a una
justificación del caos económico nacional basada en el desplome de los ingreso
por petróleo.
Esto último, realmente merece
detenernos. Porque hay que subrayar que es una irresponsabilidad mayúscula por
parte de un sistema de gobierno que ha tenido todo el poder, todos los poderes
durante dieciocho largos años, el haber dilapidado los mayores ingresos
petroleros de nuestra historia. El no haber ahorrado, el no haber invertido. Y
sobre todo, haber continuado adelante con la ruleta rusa de la monoproducción y
la monoexportación, la misma que nos enseñaron en primaria y que, lejos de
solucionarse, se profundiza más que nunca.
A la desmemoria tampoco le
conviene tener presente que los años de más bonanza fueron justamente los de
más endeudamiento, cuando se justifican parte de nuestros pesares actuales con
el pago de 60 mil millones de dólares por concepto de deuda externa en los
últimos dos años. Tampoco se recuerda que los intereses cobrados a nuestro país
son leoninos, es verdad, pero eso se debe al enorme riesgo país generado por
una del las administraciones más erráticas del planeta.
No podían faltar los pañitos
calientes. Medidas superficiales que no solucionan nada, mientras el mar de
fondo generado por decisiones erradas no se corrija. Aumentos salariales que
son engullidos por la inflación en horas, beneficios sociales cosméticos que ni
de lejos alcanzan a aliviar los padecimientos de los venezolanos, nuevos
esquemas cambiarios que serán barridos más pronto que tarde por la implacable
realidad de la economía.
La Memoria y Cuenta fue pues y
una vez más, un saludo a la bandera. Parte de una puesta en escena que intenta
hacer ver que se gobierna, que se trabaja. Y no decimos que no se haga, pero sí
afirmamos, con los resultados por delante, que se hace en la dirección
equivocada y que se insiste en ello a pesar de los nefastos resultados.
¿Terquedad, ceguera? ¿Qué es lo
que sucede? ¿Por qué nos precipitamos velozmente por una pendiente que parece
no tener fin? ¿Por qué el Ejecutivo se crea una realidad que se acomoda a su
delirio? Una desmemoria para no olvidar.
David Uzcátegui
@DavidUzcategui
www.daviduzcategui.com