David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Cuando estamos a la vuelta de la
esquina de la recolección de las firmas del 20% del padrón electoral venezolano
para solicitar el Referendo Revocatorio Presidencial, los sentimientos son
encontrados.
Nadie puede negar que la decisión
del Tribunal Supremo de Justicia, de que esta cifra deba ser recaudada en cada
uno de los estados y no como una sumatoria nacional, es un amargo revés.
Y no lo decimos porque sea
imposible llegar a esta meta –estamos seguros de alcanzarla y superarla- sino
porque seguimos conviviendo con la injusticia.
La lógica es también el alma de
la ley, y si un Presidente se proclama como tal por los votos alcanzados en
todo el país, lo mismo debería proceder con la activación del referendo
revocatorio para ese cargo.
Pero, "La falta de
recolección de ese porcentaje en cualquiera de los estados o del Distrito
Capital, haría nugatoria la válida convocatoria del referendo revocatorio
presidencial", según aseguró el TSJ en su página web.
La decisión de la Sala Electoral
de la principal corte de nuestro país, prosigue asegurando que la recolección
de las manifestaciones de voluntad debe ser regional ya que "no constituye
en ningún caso, por consiguiente, ni una consulta, ni un referendo, ni un
plebiscito", en el que "sí participa la totalidad del padrón
electoral". La quinta pata del gato.
Pero repetimos, estamos seguros
de que vamos a alcanzar de lejos esa cifra e incluso a superarla cómodamente.
¿De dónde nace esta seguridad? Pues básicamente del hecho de que injusticias
como la comentada atentan contra el sentido de lo justo que tiene el
venezolano.
Y también del hecho de que,
mientras más obstáculos pongan a la cita referendaria, más nos están
reafirmando que los números están de nuestra parte.
Creemos, por demás, que ya existe
un revocatorio moral y que ya está ganado. Así se confirma con la masiva
convocatoria de la recolección de las firmas del 1% del padrón electoral; así
como también con aquella manifestación del pasado 1 de septiembre que quedará
para la historia.
Ambas citas abundaron en
obstáculos que no podemos dejar de condenar, porque confiscan el derecho de los
venezolanos que son objeto y víctimas de maniobras. Pero son esos justamente
los compatriotas que sienten bajo su piel hervir la ira y la indignación de ser
tratados como hampones por el simple hecho de exigir lo que les garantiza la
Constitución Nacional. Y el puntaje a favor de la salida constitucional y
democrática crece como la espuma, alimentado apunta de torpeza gubernamental.
En todo caso, es con este
escenario que vamos a la próxima recolección de firmas los días 26, 27 y 28 de
octubre. Ya sabemos contra qué luchamos, y guerra avisada no mata soldado. Ya
no hay sorpresas y nuestras previsiones están tomadas. Tenemos un liderazgo
escogido por nosotros mismos y en el cual confiamos, no porque nos abandonemos
como ovejas necesitadas de un pastor, sino porque sabemos que son personas que
saben interpretar las urgencias del pueblo que parten desde sus bases mismas.
Del lado contrario no hay
sorpresas. Repiten el mismo guion que ya todos nos sabemos. Y sobre todo, lucen
agotados, disminuidos, con un desgaste que es la consecuencia de actuar a
contrapelo de lo que la lógica y el sentido de justicia dictan.
Y este cansancio al cual hacemos
mención se evidencia en los discursos, de las palabras, de las ideas que dejan
entrever no solamente agotamiento sino también desesperación. La máscara ya no
se puede sostener más y se cae sola, muy en contra de la voluntad de quienes
intentan aún esconder sus verdaderas intenciones tras ella. Intenciones que al
día de hoy están totalmente descubiertas y que por ello han generado
mayoritariamente el rechazo nacional e internacional.
Es un ejercicio de sentido
ciudadano el salir tercamente entonces a firmar. Con más razón aún sabiendo de
antemano los obstáculos que nos han puesto y nos van a poner. E invitando a
todo nuestro entorno a salir a ejercer el mismo acto cívico al cual tenemos
derecho. Porque es un reto sobrepasar todos los obstáculos, para demostrar que
la urgencia de cambio es mucho mayor que ese muro de contratiempos construido
con tan escasa buena fe.
La percepción de fracaso es una
tarea en la cual se empeñan quienes niegan una salida a la actual crisis
venezolana y caer en ella es hacerles el juego. Especialmente cuando todos
sabemos por experiencia de nuestro día a día cuál es la voluntad mayoritaria de
quienes nos rodean.
Salgamos, firmemos, invitemos
gente, llevémosla. Equipémonos, preparémonos, que sabemos lo que viene., nadie
dijo que fuera fácil. Sí, es difícil, más no imposible. Y demostremos de qué
estamos hechos los venezolanos, porque a más obstáculos, más perseverancia
desplegamos.