domingo, 24 de julio de 2016

“Otra que se va”

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David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La partida de la empresa internacional Kimberly-Clark es sin duda una mala noticia para los venezolanos, no solamente por el hecho en sí de que se cierre otra fuente de empleo en nuestro país; sino porque el contexto en el cual ocurre nos dibuja una inquietante pérdida de confianza en nuestro país.

Si bien el gobierno acaba de anunciar recientemente una inversión de más de 20 millones de dólares en las instalaciones que la compañía dejó en territorio nacional, hay que hilar muy fino ante esta noticia que de entrada parece buena.

Primeramente – y es obvio- el gobierno no lo puede hacer todo. Una nación se construye con el trabajo conjunto y coordinado de la administración pública y la empresa privada.

La buena noticia sería que estos últimos sigan invirtiendo en nuestro suelo y no que de los haberes gubernamentales, salga una partida para tapar como un paño caliente la ida de otra fábrica que opera en numerosos países, pero que no pudo afrontar las dificultades que entraña ser productivo en Venezuela.

Dólares no es lo que sobra en estos momentos en un país monoproductor y monoexportador de petróleo, cuando el precio de este bien ha caído estrepitosamente. Y ya todos lo sabemos, porque hemos visto cómo se ha deteriorado nuestra calidad de vida en los últimos años.

En segundo lugar, voceros del oficialismo, como el mismo Freddy Bernal, han reconocido la mala capacidad administrativa del actual gobierno en los casos de las empresas expropiadas. Aunque la expropiación como tal no es el caso de la compañía que hoy nos ocupa, sí inquieta que sea otra más en el pesado saco de las empresas improductivas que hoy carga el gobierno nacional.

La confianza no se impone, se gana. El clima hostil a la iniciativa particular se respira desde hace años y no hace sino reforzarse, a pesar de las reiteradas advertencias de quienes saben de economía: no se puede asfixiar al sector privado, porque el Estado no puede ser el empleador de toda la población.

No ayuda tampoco que se criminalice a la empresa que decidió marcharse porque los números no le daban. Esto será caldo de cultivo para terminar de convencer a otras de que también se vayan.

 
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