David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La partida de la empresa
internacional Kimberly-Clark es sin duda una mala noticia para los venezolanos,
no solamente por el hecho en sí de que se cierre otra fuente de empleo en
nuestro país; sino porque el contexto en el cual ocurre nos dibuja una inquietante
pérdida de confianza en nuestro país.
Si bien el gobierno acaba de
anunciar recientemente una inversión de más de 20 millones de dólares en las
instalaciones que la compañía dejó en territorio nacional, hay que hilar muy
fino ante esta noticia que de entrada parece buena.
Primeramente – y es obvio- el
gobierno no lo puede hacer todo. Una nación se construye con el trabajo
conjunto y coordinado de la administración pública y la empresa privada.
La buena noticia sería que estos
últimos sigan invirtiendo en nuestro suelo y no que de los haberes
gubernamentales, salga una partida para tapar como un paño caliente la ida de
otra fábrica que opera en numerosos países, pero que no pudo afrontar las
dificultades que entraña ser productivo en Venezuela.
Dólares no es lo que sobra en
estos momentos en un país monoproductor y monoexportador de petróleo, cuando el
precio de este bien ha caído estrepitosamente. Y ya todos lo sabemos, porque
hemos visto cómo se ha deteriorado nuestra calidad de vida en los últimos años.
En segundo lugar, voceros del
oficialismo, como el mismo Freddy Bernal, han reconocido la mala capacidad
administrativa del actual gobierno en los casos de las empresas expropiadas.
Aunque la expropiación como tal no es el caso de la compañía que hoy nos ocupa,
sí inquieta que sea otra más en el pesado saco de las empresas improductivas
que hoy carga el gobierno nacional.
La confianza no se impone, se
gana. El clima hostil a la iniciativa particular se respira desde hace años y
no hace sino reforzarse, a pesar de las reiteradas advertencias de quienes
saben de economía: no se puede asfixiar al sector privado, porque el Estado no
puede ser el empleador de toda la población.
No ayuda tampoco que se
criminalice a la empresa que decidió marcharse porque los números no le daban.
Esto será caldo de cultivo para terminar de convencer a otras de que también se
vayan.