sábado, 4 de junio de 2016

“El pulso de la calle”

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David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El pasado jueves 2 el centro de Caracas fue sorprendido por una protesta para exigir alimentos. Y quizá deberíamos agregar que la palabra “sorprendido” es relativa, ya que la tensión se siente en la calle y para nadie es un secreto que lejos de diluirse, se incrementa.

Es una novedad la protesta por alimentos en nuestro país, ya que no hace mucho tiempo estábamos abastecidos; lamentablemente por importaciones, pero lo cierto es que había que comer. El caso es que ya no es así.

Las causas de por qué han mermado sensiblemente las posibilidades de los ciudadanos de adquirir alimentos, serían complejas y largas de analizar en tan breve espacio. Pero para sintetizar, podemos recordar que hemos reiterado en numerosas ocasiones que el rumbo del manejo económico del país es equivocado. Y también hemos dicho que, a la larga, eso se iba a sentir en las neveras y en las mesas.

No se trata de profecías, sino de un mínimo conocimiento de los resultados que dan ciertas políticas, como la estigmatización de la empresa privada, la sustitución de la producción nacional por importaciones y el confiar en los vaivenes petroleros para el sustento de una nación.

La “economía”, ese ente etéreo, ya alcanzó a la gente. Y lo hizo en un asunto por demás sensible, como lo es la alimentación. El tener a venezolanos gritando su urgencia en plena calle, en la capital del país y a pocas cuadras de los poderes públicos nacionales, es un alerta que no puede ser desestimado.

Porque lo que más inquieta es que la demorada respuesta de quienes pueden tomar decisiones que alivien esta demanda, parece que no va a ser jamás suficiente para atajar una inquietud que sube por el ascensor, mientras las respuestas van por la escalera.

Y lamentablemente, en lugar de ser tomado en cuenta, ese pulso es ignorado. No basta con sofocar el clamor de la gente, ni con impedir el trabajo de los medios de comunicación que lo reseñan. Hay que escuchar. Y solucionar.

¿Cuánta energía se está consumiendo en este diálogo de sordos que no soluciona nada? ¿Cuánto empeoran las cosas con el tempo que se pierde? ¿Cuánto avanzarían las cosas si se marchara en la dirección adecuada ya mismo, tomando desde hoy el pulso de la calle?

 
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