domingo, 1 de noviembre de 2015

“Tiempos de cambios”

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David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El resultado de las recientes elecciones presidenciales en Argentina, anuncia un cambio en el rumbo político de la nación suramericana. Algo que era de esperarse, porque tanto la historia como la política, son de ciclos.

La gran interrogante en Argentina de cara a las elecciones, era: ¿habrá segunda vuelta o ganará la presidencia Daniel Scioli?

Pero tras conocerse los cómputos,  que dejaron una muy cerrada diferencia a favor del candidato del gobierno y un considerable crecimiento del opositor Mauricio Macri, de la alianza Cambiemos, ahora la pregunta es otra: ¿podrá mantenerse el oficialismo en el poder tras el venidero “ballotage” del 22 de noviembre?

Los medios de comunicación internacionales calificaron como una gran sorpresa lo sucedido, especialmente cuando desde la gobernante fuerza peronista del kirchnerismo se esperaba una indudable victoria de su representante, la cual debía darse con un margen superior al 10% de votos a favor, con el fin de evitar la segunda vuelta.

Pero el estrecho resultado obtenido ha convocado al llamado “ballotage” que es, en sí, una derrota explícita para el oficialismo que controla a la nación sureña desde hace 12 años. A pesar de que Scioli sí ganó la primera vuelta, el estrecho margen permitiría calificar como “pírrica” su victoria, en el estricto sentido de este término, ya que fueron muchos los antiguos partidarios del peronismo que quedaron en el camino, pero no por muerte en batalla sino por decepción. Y consecuentemente, migraron a otras alternativas políticas.

Es difícil explicar qué pasó en apenas dos meses, para que cambiaran tanto las preferencias de los argentinos entre las primarias presidenciales de voto obligatorio de agosto pasado y las recientes elecciones generales.

Cristina Kirchner atraviesa su último año de Gobierno en medio de una crisis de confianza ante los mercados financieros internacionales, a lo cual se suman condiciones negativas dentro del propio país, debido a la falta de divisas, elevada inflación y disminución en las reservas del Banco Central. La popularidad de la primera magistrada cayó en febrero pasado del 32,5% al 29,8% luego de la polémica muerte del fiscal Alberto Nisman.

Un dato clave es que finalmente fueron muchos más argentinos a votar, y todo parece indicar que lo hicieron impulsados por el “voto castigo”, en contra del sucesor designado para  Cristina Kirchner. La participación en agosto había sido del 74% y subió al 80,8%. Es decir, 2,1 millones de personas más.

Las elecciones locales conjuntas con a las presidenciales también perjudicaron a al oficialista y beneficiaron al opositor. En la provincia de Buenos Aires, donde vota el 37% de los argentinos y gobernaba el peronismo desde hace 28 años, triunfó la candidata liberal, María Eugenia Vidal. Y esto tuvo que ver con que enfrentó a uno de los kirchneristas con peor imagen, Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete de Ministros de la presidente Kirchner.

Así que el revés que recibió el Frente para la Victoria (FPV), la organización de corte peronista que gobierna hace 12 años el país y que es liderada por la primera mandataria, no sólo se circunscribió a la batalla presidencial.

También es oportuno apuntar que peronismo y kirchnerismo no son necesariamente sinónimos; en tanto y en cuanto los esposos Kirchner imprimieron a su larga década más dos años en el poder un estilo tan extremadamente personalista, que choca por consecuencia con otro personalismo por definición, como lo es el peronismo, bajo cuyo conveniente paraguas se ha amparado siempre, ante la amenaza de nubarrones.

Pero justamente este resultado adverso puede agudizar las escisiones, especialmente cuando se entiende que el peronismo tiene matices de muy amplio espectro y le ha dado a Argentina los más variopintos políticos.

Y justamente, la autocrítica de quienes hoy gobiernan hacia el interior de su propia coalición, es la urgencia de reagruparse; cosa que parece cuesta arriba, por aquello de que la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana.

Vendrán, por supuesto, los reacomodos de fuerzas de cara al nuevo encuentro en las urnas. Y desde ya los analistas se aprestan a apostar que las nuevas alianzas favorecerán a Macri.

Aún es temprano para afirmarlo, pero parece que el ciclo Kirchner termina en Argentina. O al menos, entra en receso. Es el vaivén normal de la historia y de la política. Habrá que ver si es capaz de reinventarse y reflotar, como lo ha hecho tantas veces su marca madre, el peronismo. O si su eventual despedida será sin segunda vuelta.


 
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