Ya es un lugar común afirmar que
los acontecimientos siempre desafían la capacidad de asombro de los
venezolanos. Y, por si fuera poco, también se repite el esquema de escenificar
los espectáculos cuando estamos en algún momento del año que se supone debería
ser de paz.
Nos referimos, por supuesto, al
lamentable episodio que se produjo recientemente en el Palacio Federal
Legislativo, a propósito del comienzo del nuevo año de actividades de nuestro
Parlamento Nacional.
Como es tradicional y está
establecido en la ley, el cinco de enero de cada año, se reinician las
actividades en el Capitolio Nacional, para que el cuerpo de legisladores
continúe cumpliendo con sus deberes de representarnos a todos los venezolanos
en el poder más democrático que ha creado la institucionalidad mundial.
La primera tarea de los diputados
al comenzar su año laboral, es elegir por votación al presidente del cuerpo
legislativo. Ya era un hecho público que el favorecido sería el mandatario del
año anterior, el legislador Juan Guaidó, quien por demás contaría con la
mayoría de los votos de un parlamento que fue elegido masiva y popularmente en
2015 y cuya representatividad se inclina, por decisión del voto de la gente,
hacia las fuerzas alternativas democráticas nacionales.
Es en situaciones como esta donde
se pone a prueba la democracia. Y vaya si fue puesta a prueba ese día.
Los venezolanos nos levantamos
con la sorpresa –¿sorpresa? – de encontrarnos bloqueados a la fuerza los
accesos al Capitolio, con unas barricadas específicamente dirigidas a impedir
el paso a los diputados democráticos con el uso de la fuerza.
Mientras tanto, la otra fracción
de legisladores, la minoritaria, llevó a cabo una disparatada serie de acciones
que pretendió instaurar una directiva del parlamento hecha a la medida de sus
intereses y caprichos, dejando por fuera a la representación de la mayoría
nacional y cometiendo errores tan garrafales como prescindir del quorum
necesario para que semejante acto tuviera legitimidad desde el punto de vista legal.
Quizá uno de los momentos más
lamentables de ese bufonesco día se dio cuando fuerzas que se supone deberían
estar destinadas a resguardar el orden público, arremetieron contra medios de
comunicación que simplemente cumplían con su trabajo de cubrir los hechos que
estaban sucediendo. Parece que la ceguera a la fuerza de la ciudadanía es
necesaria como complemento a este tipo de acciones.
Preferimos pasar de largo el
ahondar sobre el origen de semejante torpeza, en tiempos cuando el mundo está
interconectado y no hubo manera de evitar que la información fuera conocida de
inmediato no solamente en Venezuela, sino en todo el planeta.
Lo acontecido fue tan grueso y
tan grotesco, que recibió una inequívoca condena internacional cuando apenas
habían pasado horas de lo sucedido.
De manera paralela, nuestros
diputados también actuaron en consecuencia. Se reunieron, sesionaron con el
quorum reglamentario y ratificaron al diputado Guaidó al frente del parlamento,
acompañado por Juan Pablo Guanipa en la primera vicepresidencia y Carlos
Berrizbeitia en la segunda.
La directiva con pies de barro se
desplomó en pocas horas y al día siguiente del evento bufo, la mayoría
parlamentaria pudo ocupar nuevamente sus curules en la sede de la Asamblea
Nacional.
Sin embargo, para tristeza e
indignación de la Venezuela sensata, todavía hay quienes insisten en apuntalar
aquel despropósito y reconocer, contra viento y marea, a la directiva espuria
como la legítima.
Con esta actitud que raya en la
locura, no solamente se pretende pasar por encima de la ley, sino también de la
mayoría de los venezolanos.
Es un hecho digno de observación
que, quienes buscan reflotar las instancias de diálogo cuando el agua les llega
al cuello, dinamiten entre gallos y medianoche justamente a la tribuna de
debate por excelencia de la democracia, que ya existe; pero que no les es
favorable porque la ciudadanía decidió, hace ya unos cuantos años, entregar el
contrapeso del poder a otra fuerza, justamente para contrarrestar los excesos y
abusos de quienes detentaban el control del Ejecutivo y ya desde aquellos días
estaban muy lejos de actuar en forma acorde a los intereses del país.
No queremos finalizar sin
reconocer al grupo de diputados que ha cumplido con su deber de representarnos,
más allá de sus fuerzas y en medio de una situación insólita, que ha requerido
incluso que pongan en riesgo su integridad física y la paz de sus familias.
Seguimos pendiendo de un hilo, en
la Venezuela insólita que hoy vivimos. Pero por esta vez, se hizo la tarea.
¿Qué nuevo disparate nos tocará enfrentar mañana? No lo sabemos; pero los
venezolanos ya nos hemos acostumbrado a dormir con un ojo abierto, tras más de
20 años de desaciertos.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui