viernes, 30 de agosto de 2019

“Venezuela se desborda”

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La progresiva imposición de requisitos por parte de países vecinos para que a los venezolanos les sea permitido entrar a sus respectivos territorios, solamente puede ser interpretada de una manera: es imposible seguir negando o minimizando el éxodo de compatriotas.

Esta semana pudimos conocer que el gobierno ecuatoriano implementará la solicitud de una visa de carácter humanitario, como requisito a los venezolanos que deseen ingresar a Ecuador.

Sin embargo, ¿cuál es la razón para que países que antes no pedían visa a nuestros connacionales lo estén haciendo?

En este caso, la propuesta partió del presidente de esa nación, Lenin Moreno. Su justificación asegura que que, hasta la fecha, "400.000 hermanos venezolanos se han asentado en Ecuador, nadie esperaba esa gran corriente migratoria en una cantidad que es superior a la migración de hermanos centroamericanos a los Estados Unidos, en forma proporcional".

La novedad tomó por sorpresa a numerosos compatriotas que se encontraban en territorio colombiano, efectuando el viaje hacia la frontera con Ecuador, basados en la esperanza de poder entrar a ese país, bien fuera para quedarse residiendo o con el fin de continuar su tránsito hacia otras naciones que los están acogiendo, como Perú o Chile.

Esto, demás está decirlo, ha colocado una carga adicional sobre Colombia, principal país receptor de emigrantes venezolanos. Los coterráneos que se quedaron varados por el nuevo requisito, se ven ahora obligados a quedarse contra su voluntad en territorio colombiano, un país que ya ha recibido con enorme generosidad a un gran número de nuestros emigrantes.

Por su parte, la Fundación de Venezolanos en el Exterior (Funvex) de Ecuador pidió al presidente ecuatoriano mayor flexibilización en los requisitos de entrada al país.

Su director, Eduardo Febres Cordero, explicó a la agencia internacional de noticias Efe que "lo único que nosotros podríamos pedir al presidente Moreno de antemano, es que flexibilice el tema de las multas, de los antecedentes penales apostillados y acepte definitivamente los pasaportes venezolanos vencidos, como lo han hecho algunos otros países".

Algo similar ocurrió también recientemente con Chile, país ya mencionado más arriba y que ha sido otro de los receptores de la diáspora venezolana. Su gobierno puso en vigencia desde el 9 de abril del año 2018 una “Visa de Responsabilidad Democrática”, para aquellos venezolanos que quieren establecerse allá. A mediados de este mes de agosto, modificaron los requerimientos para solicitar requisitos adicionales a los aspirantes a entrar a la nación austral.

¿Es casualidad que todo esto ocurra de manera simultánea? Para nada. Simplemente se debe al campanazo de alerta regional: los venezolanos que salen de su país se multiplican ante el empeoramiento de la situación nacional. Y este éxodo no menguará, a menos que Venezuela pueda ver con certeza cambios para bien en su administración.

La emigración no es moda ni capricho, es una decisión extrema de dejar atrás a seres queridos, al entorno donde se nació y se creció, a las competencias y habilidades que nos definen como personas, para empezar de cero y desde la incertidumbre.

No hay duda de que quienes se lanzan a esta aventura lo han pensado una y mil veces antes de decidirse. Y si lo hacen, es porque no vislumbran otra salida.

Los voceros habituales ya han salido una y otra vez a negarlo, a descalificarlo, a disminuirlo; pero la avalancha de noticias que sale desde las naciones receptoras, no deja margen para el equívoco: el éxodo venezolano es numeroso y se debe al fracaso de un modelo que nos ha conducido erradamente por un despeñadero.

Tampoco ha servido de mucho la campaña propagandística de venezolanos regresando al país, altamente sesgada y manipulada; tanto así, que sencillamente nadie la cree. El efecto de unos pocos devolviéndose contra muchos que se van, va bastante más allá de lo nulo.

Ya el problema adquirió dimensiones internacionales y se encuentra en manos de los gobiernos de los países receptores, quienes hacen lo imposible por administrar con la máxima sensatez posible lo que ellos mismos han calificado como inesperado.

Y lo cierto es que no podemos pedir más a quienes acogen a estos “caminantes”, como se ha dado en llamarles. Los países vecinos han recibido a varios cientos de miles –más de seiscientos mil en Colombia, por ejemplo– y escapa a nuestra imaginación el compromiso que esto significa en todo sentido.

La solución, por ahora, reside en nuestra imaginación. Ojalá todo cambiara en nuestro país, ojalá se pudieran honrar los derechos de vida y bienestar, ojalá quienes se han ido regresaran. Simplemente, ojalá que esto no estuviera sucediendo, es lo que todos deseamos. Ojalá que esa no fuera la última salida.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui


 
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