Tras las muy seguidas elecciones
de medio término en Estados Unidos, se comienza a ver en hechos cómo puede
llegar a funcionar la nueva configuración de poder. De entrada, el presidente
Donald Trump no parece muy inclinado a negociar respecto a lo que considera
puntos de honor para su mandato.
Trump estuvo al frente de una muy
polémica discusión, esta vez en la Casa Blanca. Concretamente en el solemne
despacho oval, donde recibió a los líderes demócratas del Congreso para debatir
sobre el espinoso tema de los presupuestos.
No estaba pautado, pero en el
último instante Trump pidió que las cámaras de televisión entraran a la
reunión, y así lograron plasmar el tenso enfrentamiento entre el presidente, el
líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, y la principal demócrata en la
Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Lo que pudieron ver los
estadounidenses -y el mundo entero- fue un debate entre las dos fuerzas
políticas que llevan las riendas de su nación. Los representantes opositores
del legislativo entraron hasta la oficina presidencial, y ante las cámaras
expusieron sus opuestos puntos de vista, para que el ciudadano se haga un
juicio sobre sus representantes gubernamentales.
La cita concluyó con la amenaza
presidencial de cerrar el gobierno
(“shut down”) si los legisladores no proveen los fondos adecuados para
su prometido muro a lo largo de la frontera con México, y lo declaran como una
respuesta a "una emergencia nacional". Se trata del mismo muro que,
según prometió en campaña presidencial, iban a pagar sus vecinos mexicanos.
"Me enorgullece cerrar al
gobierno por la seguridad de la frontera", dijo Trump, y luego agregó dos
veces: "Lo asumiré". "No deberíamos cerrar el gobierno por una
disputa, y usted quiere cerrarlo", respondió por su parte Schumer, líder
de la minoría demócrata de la Cámara Alta. "El cierre de Trump es algo que
se puede evitar", dijo Pelosi.
Para Schumer, el presidente dejó
en claro que quiere un cierre, y advirtió que, si Trump persiste en su demanda
de 5 mil millones de dólares para el muro fronterizo, logrará un cierre y no un
muro.
Sin embargo, hay quienes ven esa
intensa discusión como un sano ejercicio democrático.
El intercambio en la Casa Blanca,
en realidad, fue un diálogo constructivo para la democracia, según algunos
observadores.
Seguimos viendo que el estilo muy
propio de gobernar que tiene el presidente Trump, no parece mostrar signos de
modificarse, al menos en lo inmediato. Tiempo atrás comentábamos que se trata
de un hombre de empresa, un magnate y un líder que está acostumbrado a ordenar
y a que se le obedezca.
Aunque parezca contradictorio,
este perfil no se corresponde del todo con el que debería tener el hombre al
frente de la democracia más poderosa del mundo occidental. Y es que el
ecosistema político estadounidense es sumamente complejo, y ha basado la viabilidad
de su sistema como nación -que ya se aproxima a los 250 años de existencia- en
lo que ellos mismos llaman el “sistema de balances y contrapesos”.
Esto quiere decir que, partiendo
de que el gobierno se divide en las tradicionales tres ramas del poder: el
Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, los funcionarios se fiscalizan unos a
otros y garantizan el atajar cualquier exceso a tiempo, antes de que ocasione
daños irreparables a la nación.
Donald Trump fue un fenómeno
electoral, y como suele suceder, a su elección lo acompañó un respaldo en el
poder Legislativo bicameral estadounidense. Tanto el Senado como la cámara de
Representantes -también conocida como “La Casa” o “The House”- quedaron en
manos de su partido, el Republicano.
No es extraño que esto haya
sucedido, si agregamos que se venía de dos períodos, un total de ocho años, de
gobiernos demócratas. La opción azul venía sobrecargada del desgaste de esa
larga jornada.
Sin embargo, no se debe olvidar
que, en el voto popular, las elecciones presidenciales de 2016 fueron ganadas
por Hillary Clinton y que la victoria final de Trump fue gracias a los colegios
electorales.
Ahora, la correlación de fuerzas
ha cambiado y si bien los Republicanos mantienen el control de la Cámara Alta,
la Baja ha pasado a manos de los demócratas. Para decirlo en buen criollo, es
una piedrita en el zapato.
Los líderes demócratas le han
ofrecido al presidente 1.3 mil millones de dólares para su proyecto en la
frontera. Como también habíamos dicho, de aquí en adelante se pone a prueba la
habilidad de Trump para negociar, para ceder, para demostrar que ya no es el
jefe de una corporación, sino la cabeza de un gobierno democrático, que debe
llegar a entendimientos y consensos saludables, más allá de esos engañosos términos
de mayorías y minorías. ¿Se podrá llegar a un acuerdo? El mundo entero sigue
con interés estos acontecimientos.
David Uzcátegui
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